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Un exito Contra corriente

La organización ha salido adelante a pesar de los caprichos de la Federación Internacional

Los pronósticos indican que hoy vuelve el mal tiempo a Sierra Nevada. Ya da igual. Aunque baje la niebla o sople fuerte el viento, los primeros campeonatos mundiales de esquí que se disputan en España son ya historia y un éxito pese a las críticas que se llegaron a suscitar en su transcurso. La organización ha cometido errores, pero el mayor ha sido dejarse manipular hasta el exceso por los caprichosos y prepotentes jueces de la Federación Intemacional (FIS).Es seguro que los organizadores de la experimentada estación italiana de Sestriere no se dejarán volver locos en los próximos Mundiales de 1997, como ha sucedido en Sierra Nevada. Tampoco la FIS se atreverá a entrometerse tanto como lo ha hecho con la novata granadina. Quizá no confiaba en ella, máxime después de la suspensión el año pasado por falta de nieve. Pero hasta en eso se equivocó. Si pensaba que no nevaba cayó de sobra y no hubo ningún desastre. Al contrario, el trabajo de preparación de las pistas fue extraordinario. Incluso en las últimas reuniones de preparación de las carreras, el propio Guenther Hujara, el principal juez de la FIS, tuvo que pedir aplausos para la organización. Algo bien distinto al monumental escándalo que se montó el día 16 a causa de la suspensión del entrenamiento del descenso masculino.

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Ese día también quedó claro el propio desastre interno que tiene la FIS y el eterno conflicto, como sucede en muchos deportes, entre las competiciones masculinas y las femeninas. La FIS concedió a Sierra Nevada los Mundiales sabiendo que sólo había una pista para las pruebas rápidas y más largas, los descensos y supergigantes, que son las que tienen siempre más peligro de suspensión al empezar a cotas más altas y verse afectadas por las malas condiciones meteorológicas, viento o niebla.

El problema que se planteó en los campeonatos fue la acumulación, debido al mal tiempo el día anterior, de una prueba y de dos entrenamientos femeninos, por lo que no se pudo hacer el marcaje del entrenamiento masculino. Ese día, los trabajadores que se han dejado la piel y los kilos preparando cada jornada las pistas, se vieron desbordados. Pero no se echaron la siesta como dijo el entrenador austriaco Werrier Margreiter, que utilizó ese término igual que Tomba con África, pero muy enfadado para justificar el ridículo que su equipo había hecho hasta ese día (como en general mantuvo a lo largo de los campeonatos). Eso sí, como Patrick Ortlieb ganó al día siguiente el descenso, ya no le costó trabajo echar la culpa a los periodistas por la mala transcripéión de sus palabras. Pero los verdaderos culpables fueron su frustración y la imprevisión de la FIS al no exigir dos pistas.

Al borde de la tragedia

El mayor error de los Mundiales pudo acabar en tragedia y fue exclusivamente responsabilidad de la FIS, como no tuvo más remedio que reconocer. Y no sólo del juez alemán contra el que chocó la rusa Lebedeva en otro entrenamiento, sino muy posiblemente de quien le .dijo desde la salida que la carrera estaba cerrada, pero no le añadió que la última corredora aún estaba en pista y a punto de llegar. Él era juez de hombres, claro, y estaba deseando que se fueran las mujeres. Ahora, la FIS va a ayudar en todo a la recuperación de Lebedeva.

Angela Funes, responsable en el comité organizador del trabajo en las pistas, lo comenta: "Los mismos jueces de la FIS reconocen que falla la coordinación entre ellos. Y se han pasado pidiendo cosas para nada. Uno decía: queremos 100 personas con rastrillos para allá. Y cuando llegaban venía otro y decidía: pues, no, es mejor una máquina. Hemos estado en todo momento pendientes de lo que querían y la verdad es. que se creen la divina torta". Tan divina torta que a uno de ellos también se le ocurrió regar mucho la pista de eslalon porque estaba muy blanda. Los lugareños le sugirieron que se avecinaban heladas y que aquello se iba a poner como un muro de cristal. Y en los primeros eslalones de la combinada se cayó hasta el apuntador. Para los últimos eslalones hubo que echar una capa de nieve artificial que tapara tanto hielo. ¿No decían que era África, que se dormían y que no nevaba? Pues ahí há quedado el éxito.

El color italiano

Los Mundiales comenzaron con color italiano y ese ha sido al final el tono que más ha brillado en el medallero. Isolde Kostner empezó ganando el supergigante e hizo una apuesta fuerte por ser la reina de los campeonatos. Incluso llegó a hacer dos mejores tiempos en los entrenamientos de descenso, pero en la prueba fue sexta, como en el gigante, ya con algunos problemas físicos. De todas formas, no estuvo sola y Deborah Compagnoni volvió a sacar su clase para así ganar ella el gigante, e incluso antes de que llegara La Bomba a desbordarlo todo, Kristian Ghedina fue plata en el descenso.

Dos Tombas femeninas

Compagnoni esquía como Tomba en mujer, pero en carácter se parece más a La Bomba, la norteamericana Picabo Street. Y quizá por su mentalidad de ganadora hizo bastante más de lo que se esperaba de su calidad. Sobre todo, su medalla de bronce inicial en el supergigante. Después, ya cumplió el pronóstico de favorita en el descenso, prueba que domina ampliamente, y se permitió el lujo de ganar también el de la combinada, aunque astutamente ya no participó en el eslalon para no caerse en el muro de hielo.

El brillo nórdico

Entre Suecia y Noruega. La sueca Pernilla Wiberg se proclamó reina de los campeonatos. Fue la más completa en la Combinada y también ganó el eslalon. Noruega, pese a tener su federación en quiebra tras tanto gasto formando su armada, sigue sacando frutos. El oro lo ganó quien menos se esperaba, Atle Skaardal, en el supergigante, aunque llevaba años rozando los grandes títulos. Y Lasse Kjus, el líder de la Copa del Mundo que parecía haberse olvidado de ser el Poulidor de la nieve, es lo único que se lleva de Sierra Nevada, la plata en la combinada.

El fracaso centroeuropeo

Austria es la gran dominadora general del esquí por países en la Copa del Mundo. Pero de los Mundiales ha salido con muchas más decepciones que alegrías. Menos mal que en los primeros días Patrick Ortlieb impuso su potencia en el descenso y acalló así el enfado de su técnico.

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