Que reaparezca con su pinta entrañable
Javier Álvarez no es un cascabel, desde luego, pero en sus conciertos se palpa la alegría de vivir, el placer de compartir. La gente baila, corea, se ríe. El chaval se mueve por el escenario con gozo, con talento, con sencillez y con absoluto desprecio del divismo.
Por muchas razones que se podrían alegar, muchos nos
negamos amablemente a prescindir de él. Y esperamos que cualquier día reaparezca como si nada hubiera pasado. Con su pinta entrañable, con su mirada melancólica, con su honradez innata, con sus guiños a la solidaridad, con su tímida sonrisa. Te queremos, Javier. Vuelve pronto, chaval, que dentro de nada se instala la primavera en el Retiro y ya te están echando de menos los gorriones. Un abrazo.
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