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Tierno

Un recuerdo al alcalde Tierno Galván en el décimo aniversario de su fallecimiento. La sabiduría del "viejo profesor", cuya muerte sumió a Madrid y a lo que en España no es Madrid en la tristeza que dio lugar a un multitudinario entierro, supo templarse siempre con unas gotas de irónico escepticismo. Y esto era lo que daba a su figura, ya un poco anticuada para los tiempos que corrían, un especial atractivo. Un señor mayor con terno gris y chaleco sintonizaba sin descomponerse con la gente de trenka. Su celebérrima (y genial) síntesis política, expresada en la frase "Dios ayuda al buen marxista", le hizo cosechar votos en predios que ideológicamente no eran suyos. Le votaron caballeros del "hasta aquí podíamos llegar" y señoras de novena y triduo seguidos de merienda de tortitas con nata. Supe que el 23-F algunos de los guardias asaltantes del Congreso le fueron a saludar a su escaño para decirle (¡Oh, misteriosa España!) que le habían votado.Su anecdotario, riquísimo, sus prodigiosos bandos, su impredecible forma de hacer política, que hizo lamentar a veces "desgracias personales", hizo surgir por los años de su mandato una ciencia, la Tiernología, que tuvo conspicuos cultivadores en tertulias y mentideros. Capaz de hablar en latín' con el Papa o de llamar González al secretario general de su partido cuando todo el mundo le llamaba Felipe, Tierno fue protagonista de sabrosísimas anécdotas. Un día le visitó. Su Divina. Gracia, el jefe de una secta budista vegetariana, y el alcalde le sacó la conversación de lechugas, escarolas, guisantes y alcachofas, que, "a mí", dijo, "me encantan". "¿Va usted a tomar parte en la procesión del Corpus?", quiso saber un informador en la víspera de la fiesta. Y el alcalde respondió: "Oh, no, eso sería una acumulación de gloria".

Fue don Enrique un gran alcalde que hizo mucho por Madrid y que supo, con su muy personal e intransferible estilo, transmitir a los madrileños la ilusión colectiva de una ciudad abierta, acogedora, ilustrada y divertida. A los diez años de su muerte, su recuerdo permanece.

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