_
_
_
_
_

El Madrid traiciona sus ideas

El Espanyol elimina a un equipo madridista que jugó un partido alocado y vulgar

Santiago Segurola

Desde el desgarro y la embestida, el Madrid se fue a pique en un partido que le deja descalabrado: perdió la eliminatoria, el juego y la cabeza. Volvió a prenderse de ese inútil mito del juego machote y renunció a los códigos que le caracterizan. La peor de sus aberraciones fue la traición a un estilo, a sus ideas. No hubo un gramo de sensibilidad en su juego, que se remitió al achacoso recurso de los centros sobre el área. Es decir, el Madrid fue un equipo sin identidad frente a un adversario que manejó el partido con propiedad. El Espanyol tiene la virtud de agarrarse a los partidos como un gato: tiene oficio, está bien armado tácticamente, no le falta carácter y exprime muy bien sus principales cualidades, la velocidad y un sentido directo del fútbol.La mística del miedo escénico y todo eso apunta decididamente contra el corazón del Madrid, cuya experiencia en llevarse partidos por la bravía es lamentable. El Madrid volvió a padecer su ensoñacion recurrente con las hazañas del pasado, con una manera glandular del entender el fútbol. Aquello que funcionó un día en situaciones extremas no le ha servido al Madrid durante los últimos diez años. Pero su obstinación por revivir el mito es cíclica, sorprendente y estéril. Llegó este partido trascendente, de aspecto imposible, y el Madrid decidió tomarlo a la carga, con la vista nublada y el juego insensato. La primera jugada fue un pelotazo de Hierro; la segunda, también. Sin previo aviso, el Madrid abdicó del juego y decidió ganar el partido. desde la visceralidad. Fue un suicidio.

Desde la otra acera, el Espanyol aceptó el desafío, con una mezcla de confianza y autoridad. Ni tan siquiera tuvo que enfriar el partido. Dejó que el Madrid se lo entregara en mano. El Espanyol no se sintió impresionado por la embestida del Madrid, ni se dejó intimidar por el corte desgarrado que tomó el partido desde el principio. Digamos que hizo un trabajo muy profesional, sin alardes, con frialdad. Más que eso, volvió la desbocada ofensiva del Madrid a su favor. Del desorden de su rival, el Espanyol sacó el gol de Lardín y una superioridad que fue incuestionable hasta el final del primer tiempo.

El problema del Madrid residió en su abandono del juego. Fue un equipo irreconocible y muy confundido. Su repertorio se limitó a tirar pelotazos y centros, todo de forma acelerada y caótica. Valdano nunca debió permitir esa vía, principalmente porque ésa no es la cultura futbolística que defiende. Aquel frenesí descabellado representaba una traición, el desprecio a un estilo de entender el juego. Y además era una vía muerta. El Madrid nunca podría superar al Espanyol de una forma tan grosera. Primero porque el Madrid no está preparado para un juego tan simplón y segundo porque el Espanyol está sobrado de armas para repeler ese loquicidio.

Cuando se dio cuenta, él Madrid estaba herido de muerte. Su desbarajuste afectó a todas sus líneas. Por eso fue natural que Lardín aprovechara un triple error defensivo -Lasa falló, Sanchis ubicó al extremo españolista y Buyo no ocupó el sitio correcto en el área- para derribar definitivamente al Madrid. Su jugada demostró también que la defensa del Madrid no ha encontrado esta temporada ningún recurso para detenerle.

El gol de Lardín cerro cualquier posibilidad de recuperación al Madrid. Y sin embargo, el Madrid no aprendió de sus errores. Puesto que la eliminatoria estaba perdida, le quedaba la opción de buscar otro partido, uno que le diera alguna satisfacción. Pero no ocurrió así. En lugar de cambiar la virulencia por el fútbol, el Madrid continuó instalado en su marejada. Se hacía penoso verle como cualquiera de esas vulgaridades inglesas, tirando ollazos al área, para beneficio de los centrales del Espanyol.

Nada cambió en la segunda parte, a pesar de los goles de Raúl y Michel. Siguió el juego desordenado y abrupto, cada vez más propicio para alguna desgracia en el Madrid. Por ejemplo, la expulsión de Esnáider. Estaba escrita. Desde el primer minuto estuvo peleado con el árbitro y con el mundo. El caótico desarrollo del partido le predestinaba a la expulsión. Y eso ocurrió. Desde su reingreso en el Madrid, Esnáider es un futbolista descentrado, sin ninguna cualidad que le haya hecho aprovechable en el juego y frente al gol. Necesita una larga meditación.

Cuando el Madrid se dirigía al peor escenario posible -la derrota, la eliminación, el juego infama- encontró un leve, alivio en el resultado. Es cierto que al equipo nunca le faltó dedicación y esfuerzo, pero esos valores resultaron poco apreciables frente a los gravísimos problemas que sufrió. El corazón nunca es un antídoto para la falta de ideas. Como máximo es una excusa. Pero un poco de corazón y un poco de abandonismo en el Espanyol . permitieron que el trauma no fuera completo en Chamartín. De mala manera, sin estilo y huérfano de crédito futbolístico, el Madrid consiguió los dos goles y la victoria, un triunfo tan menor que no engaña a nadie. Así no puede y no debe jugar el Madrid. Y sobre todo, Valdano no puede permitir una traición tan sangrante. a sus ideales.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_