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MÚSICA EN DIRECTO

La Caracol reabre entre quejas vecinales, y nuevas amenazas de precinto

Javier Sampedro

Tras 10 meses de cierre, 100 millones invertidos en amortiguar decibelios y un conato de inauguración abortado in extremis por la policía municipal, la sala Caracol, que fuera templo madrileño del flamenco, reabrió su escenario el 15 de diciembre pasado. Pese a su discreción, la apertura no ha pasado inadvertida para los vecinos, que siguen quejándose del ruido. El concejal del distrito estima "probable" que la sala vuelva a precintarse.

"Si los vecinos insisten en sus denuncias, y comprobamos su veracidad, procederemos a precintar la sala", aseguró el presidente de la Junta de Arganzuela, Carmelo Torres y añadió: "Ya están avisados".La sala Caracol tiene licencia como "taller de enseñanza", lo que le permite el desarrolló de actividades relacionadas con la música popular. "La licencia está en regla", admite Torres, "pero me temo que la sala se va a exceder de sus límites". El principal problema, según el concejal, son los horarios: "Deberían abrir como una academia, o sea siendo generosos- hasta las dos de la madrugada como tarde". Además de los ruidos procedentes del local, los vecinos también denuncian las molestias que los clientes les provocan en la calle, un punto este último sobre el que el concejal no se muestra muy receptivo: "Molestias en la calle, hombre, pues las tenemos todos".

Incredulidad

El director de la Caracol, Mario Larrode, recibe las quejas de los vecinos con la misma incredulidad que el Gregorovius de Julio Cortázar, y cuenta: "Hace un par de semanas vino la policía municipal para comprobar los niveles de ruido. Cuando el cabo entró a la antesala y se dio cuenta de que no se oía nada, dijo: '¡Eso es trampa, habéis quitado la música!'. Y de eso nada, había un concierto en directo".La insonorización y acondicionamiento de la sala les ha costado a sus propietarios unos 100 millones de pesetas, y 10 meses de calamidad burocrática. Larrode lo narra como una letanía: "En febrero del año pasado, la junta de distrito nos exige insonorizar el local. Cerramos. Para hacer la obra, hay que pedir una licencia de obra. La pedimos y empezamos. En abril nos cierran la obra porque todavía no había llegado la licencia. Llega por fin el 6 de junio. Seguimos. Nos piden tirar dos despensas y una escalera que teníamos en el patio. Las tiramos. Para colmo, el 28 de agosto se nos notifica una denuncia de los vecinos por ruidos, cuando la sala no es ya que estuviera cerrada, ¡es que no tenía ni paredes! En fin

Tras la expedición, Larrode se las prometía muy felices el pasado 1 de diciembre y se disponía a reinaugurar su flamante y silencioso local cuando la policía municipal se lo impidió, en el último minuto alegando. que la licencia no estaba en regla. Dos semanas después, Caracol abría "de tapadillo", en expresión de su gerente, y así sigue por el momento. Según Larrode, la música en directo acaba siempre antes de la 1.30, y las puertas del local se cierran a las 3.30, aunque se deje dentro a algunos contumaces.

Sin perder la moral, la sala tiene música programada para dos meses, incluyendo la guitarra flamenca de Mario Cortés y el pop gamberro del ex torero muerto Pablo Carbonell. Dios mediante y si la autoridad competente no lo impide, desde luego.

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Sala Caracol. Bernardino Obregón, 18. Metro Embajadores. Actuaciones a partir de las 11.30. Día 18: Khrisna (gratis). Día 20: Mario Cortés (entrada, 1.500 pesetas). Día 25: Pablo Carbonell (gratis).

Los audiencias meniguan en las grandes salas

Pese al impetuoso celo de vecinos y municipios, el principal enemigo de las grandes salas no son las normativas crecientes, sino las audiencias menguantes. Álvaro Ruiz, responsable de programación de Revólver -cuyas actuaciones se han ido espaciando más y más en los últimos tiempos-, tiene listo su diagnóstico: "Los grupos de la movida ya no funcionan, y la nueva ola todavía no tiene ganchoRevólver nació, hace cinco años con la intención de ofrecer conciertos a diario para unas 500 personas, y así lo hizo durante un tiempo. "Un calendario continuo de ese tipo", explica Ruiz, "requiere una plantilla fija de técnicos de sonido, iluminación y personal de organización". Pagar un equipo así ya no es posible.

Con todo, enero es siempre un mes nefasto, y Ruiz confía en que la primavera traiga un rebrote de la afición. Su receta: no hacer ascos a ningún estilo, centrarse en las presentacione s de discos y seleccionar las bandas -como Australian Blonde y El Inquilino Comunista- con más tirón de audiencia.

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