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DECIMONOVENA JORNADA DE LIGA

El Barça vive por gracia del Espanyol

Un gol de Óscar en el último minuto acaba con la jerarquía blanquiazul en el 'derby'

Ramon Besa

El orden natural se impuso al coyuntural en un derby desbocado. El Barça recuperó en el último minuto el mando que por historia le pertenece cuando el Espanyol transitaba de la oposición a la gobernabilidad. Los blanquiazules se encallaron en mal día, peor campo y, sobre todo, a deshora. La de ayer era su noche. Tuvieron al opresor tumbado en su propia cancha, desplomado por el peso de sus miserias, pidiendo clemencia, con toda la grada encendida ante tanta impotencia -gritaba el hincha culé contra el árbitro, contra su propio equipo, contra el rival, contra todo- y le salvaron la vida a costa de hipotecar su credencial liguera. Vive hoy el Barça por gracia del Espanyol.El románticismo periquíto contrastó con la histeria culé. No estaba el Barça para monsergas. Hay partidos, como el de anoche, que se ganan sólo por imperativo. No se atiende al campo sino al marcador cuando en juego está tanto la hegemonía futbolística como la propia supervivencia. Y el Barça convirtió, una debacle en una heroicidad: un gol en el último minuto, con uno menos en el campo y un instante después que el colegiado le hubiera birlado un penalti en una acción espásmica de Kodro. El fútbol estuvo de parte del equipo de Camacho. El resultado, por contra, fue el mejor asidero para el sonámbulo grupo de Cruyff.

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El guión ya auguraba un partido eléctrico. A un lado se levantaba un Barça pasional, voluble, imnprevisible, y en el otro asomaba un Espanyol racional, fiable y muy militarizado. Todos los atributo! castrenses del colectiv o blanquiazul se cayeron, sin embargo, en la arrancada. Nadie respondió al toque de cometa, de Camacho, y el Espanyol ofreció un perfil muy desfigurado.

El colectivo forastero se despistó con la pizarra que pintó Cruyff. un lateral medio a central (Sergi perseguía a Benítez), un libre puesto de volante derecho (Nadal), un interior zurdo retrasado (Roger), un decatleta de barrendero (Popescu), un medio ofensivo apartado hasta la línea de banda derecha para buscar el uno contra' uno con el lateral zurdo (Prosinecki-Torres Mestre) y dos conductores (Guardiola e Iván de la Peña). Iba y venía el equipo de Cruyff sin freno: aquí recuperaba el cuero, allí corría y más allá remataba. Estaba el plantel tan alocado como metido en la faena.

No resistió el Espanyol la presión del Barcelona. El reloj dejó de jugar a favor del grupo, blanquiazul al cuarto de hora. Muy agarrotado, el ejército de Camacho pareció una cuadrilla de cobardes. El gol, sin embargo, no serenó al colectivo local, sino que supuso la entrada en el partido del equipo blanquiazul.

Poco a poco encontró el Espanyol el sitio en la cancha y buscó de forma ordenada su ventaja numérica en los ataques por banda. La tensión defensiva aguantó al Barça hasta el descanso'. No mordía el equipo de Camacho mientras el Barça se distraía con acciones más vistosas que trascendentales.

Es ese un recurso muy propio hoy de un equipo desmadrado, desnaturalizado y sin una organización estable. La metralleta de antaño ha dado paso al Cetme. Ya no existe aquel pase multiplicador que sacaba de la cancha al rival, sino que se busca la acción terminal, un recurso que no es. mal asunto. en. los derbies, que mayoritariamente se resuelven con acciones puntuales. El grupo de Cruyff se encomendó a la luminosidad quedesprende la calva de Iván y al' serpentear de Prosinecki en ataque, y al grito de Popescu en defensa. Le valió.

El Espanyol fue descosiendo poco a poco la tupida zaga azulgrana desde el inicio del segundo tiempo. Entró por los dos flancos con reiteración y sólo la falta de pegada retardó casi media hora el empate. Bogdanovic, un futbolista de refresco, remachó a Busquets tras un eslalon digno de Tomba.

El mando que desde entonces tuvo del choque el colectivo de Camacho fue incuestionable. Ya desposeído del cuero, el Barcelona jugó sin control ni comunicación.

Parecía resignado al tiro de gracia que el Espanyol dibujaba por la derecha, la izquierda y el centro con sus llegadas continúas al área azulgrana siempre con un delantero de sobras. La expulsión de Iván acabó por dejar a oscuras el Camp Nou. Y entonces, justo cuando más tiritaba el campo, el árbitro encendió la estufa escamoteando un penalti de Pacheta a Kodro. Empujado aún por la rabia del estadio, el equipo se sacó un remate a la desesperada de óscar. Y fue la Sentencia.

Cazado el Espanyol, el Barça toma ahora aire en busca de las huellas de un Atlético que pasea en solitario por las alturas del campeonato con las manos en el bolsillo y silbando el himno rojiblanco. Siete puntos parecen hoy mucha ventaja no sólo por la solvencia del grupo de Antic sino por las carencias de un colectivo. azulgrana que fuera del campo se desangra en una lucha interna y dentro se muere por inanición.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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