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Barça doma un partido épico

El Sevilla acabó claudicando en un vertiginoso segundo tiempo

Robert Álvarez

El Barcelona se aseguró la travesía del invierno [la próxima eliminatoria se pospone has a marzo] y le evitó horas extras al barbero de Sevilla [cinco jugadores habían apostado su cabellera si conseguían la hazaña en el Camp Nou]. El Sevilla vendió muy cara su piel, pero, después de un primer tiempo notorio, le perdió su propensión al patadón y la injusta expulsión de Prieto cuando todavía hacía tiritar al Barcelona pese a que por entonces los azulgrana ya vencían por 1-0. El partido pasó de una altísima tensión inicial a un segundo tiempo épico, con el Barcelona decidido a quemar las naves, con un gol de un jugador nacido para este tipo de partidos, como Bakero; el carácter indomable del Sevilla, que se redoble tras la expulsión de Marcos; la lluvia torrencial y el vértigo de tres goles en cuatro minutos, que pusieron patas arriba al Camp Nou.

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Celebraciones peligrosas

El Barcelona y el Sevilla urdieron un partido sobre el filo de la navaja. Blindaron ambos sus áreas y negaron toda posibilidad de carrera franca en ellas. En las cuevas reinaron el despeje seco y la anticipación; fuera de ellas, las faltas tácticas y la presión para cerrar espacios y negarse mutuamente el arranque de las jugadas. El Barcelona no encontraba metros para Figo y Hagi, a los que ataron en corto Prieto y Jiménez, ni huecos para Óscar y Bakero, que se intercambiaron la llegada por el centro del ataque que dejó libre Figo, excluido por Cruyff. El Sevilla no encontraba calles para poner a correr a Carlos y Suker, de los que se encargaron Ferrer y Sergi.

El centro del campo quedó bloqueado por la determinación defensiva de quienes lo ocuparon y la ubicación antinatural de varios de ellos como Guardiola, incómodo en el carril derecho, o Juanito, sin recursos para labores de creación. El Barcelona punteó algunas de sus intenciones, alguna irrupción de Bakero en el punto de penalti, algún uno contra tres de Figo, varios disparos lejanos de Oscar y Popescu. Acciones sin continuidad y que se quedaron en meros bocetos, pero que nunca llegaron a ser siquiera un buen apunte. El lienzo fue pergeñado con pinceladas muy relamidas. No había frescura, faltaba velocidad.

El partido quedó como un puño, cerrado, muy espeso. Se observaron algunos gestos de desesperación, la burda manera en que Suker y Óscar buscaron que el árbitro mordiera el anzuelo y pitara penaltis, síntomas de impotencia. El partido empezó a navegar entre la templanza y la desesperación. El primer remate entre palos tuvo que esperar al 39º minuto, y se trató de un manso cabezazo de Bakero. Los últimos minutos del primer tiempo dieron de sí algunos remates, dos de Óscar, uno de Suker, pero no redimieron de la esterilidad supina.

El Barcelona apretó el acelerador en la segunda mitad. Subió metros su posición Popescu y mandé Guardiola, aunque fuera desde su. banda derecha. El Sevilla mantuvo el tipo en primera instancia. Pero llegó el gol de Bakero, y el edificio sevillista se derrumbó. El Sevilla se olvidó de pensar y acabó siendo puro músculo. Aún así, con el 2-1, propició un minuto de miedo sepulcral en el Camp Nou. Luego, tras el magistral tanto de Roger, se vino abajo.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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