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El fin o el renacer del terrorismo

Primavera del 93. Cada vez son más las voces esperanzadas por el pronto fin de ETA. Se suceden los éxitos policiales. Las frías estadísticas del terror arrojan una cifra de muertos y atentados a la baja, indicio claro de una seria limitación de la capacidad de los terroristas. La sociedad vasca ha perdido el miedo y está decidida a imponer la paz. Los Pactos de Ajuria Enea y Madrid se han revelado muy eficaces al sumar el aislamiento político de HB, al cerco policial. El Gobierno se ve incluso obligado a: salir al paso de las voces demasiado optimistas indicando que, ETA no ha perdido todavía la capacidad de matar. La estrategia para acabar de una vez con la, muerte parece clara, continuar por el mismo camino y ofrecer reinserción a cambio de paz.Otoño del 95. Ya nadie se hace ilusiones sobre el fin de la violencia. Los jóvenes de Jarrai han tomado las calles. El caldo de cultivo está en su punto para que, en cuanto convenga a las mentes de la cúpula etarra, sucesivas oleadas de asesinatos vuelvan a estremecer a los demócratas. El papel de los pactos políticos para aislar a los violentos se ha empapado. Las discrepancias son demasiado fuertes. No pocos temen que el Ministerio del Interior haya perdido buena parte de su operatividad por lo cual se puede haber aflojado el acoso policial. El PNV no esconde que está dialogando con ETA. No cabe duda que sobre bases políticas, es decir, una parte de la alternativa KAS. El Gobierno y el PSOE se muestran distantes pero al fin ceden la iniciativa a los nacionalistas de Arzalluz y les avalan, probablemente, aunque sea entre otras razones, a cambio de su colaboración en la jugada de diluir las responsabilidades por la guerra sucia involucrando a la UCD.

Ante este cambio a peor de la situación caben dos tipos de preguntas. ¿Qué ha pasado durante los dos últimos años? ¿Qué posibilidades de éxito tiene la nueva estrategia: regociadora del PNV? Si a la primera cabe una respuesta más o menos objetiva, a la segunda habría que añadir un sinfín de interrogantes, del tipo ¿está dispuesta la sociedad a retocar las bases de la convivencia democrática a cambio de paz?, ¿no sería eso dar la razón a los violentos, caer en el chantaje del terror?, hay que admitir un paralelísmo de base entre Euskadi, e Irlanda del Norte?, ¿por qué demonios no podría volver a funcionar la estrategia que se demostró eficaz?

En todo caso, el posible fracaso del diálogo-negociación política entablado a hurtadillas por, el PNV con el apoyo, del PSOE y de los nacionalistas catalanes puede terminar en un sonoro fracaso, cuya consecuencia previsible no seria otra que un incremento del terror Máxime cuando el PP no está dispuesto, a admitir ningún tipo de acuerdo ni siquiera el principio de paz a cambio de perdón.

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Este punto es capital, porque por ahí empezaron las discordias que han acabado con la unidad contra él terrorismo. Si la mirada de un observador exterior no resulta demasiado distorsionada, fue el PP quien rompió el pacto político al oponerse frontalmente a la reinserción -luciendo un escaso sentido de Estado-. Esta actitud bloqueó la vía establecida. A partir de ahí, el PNV empezó a diseñar otra, estrategia, la que pasó por Elkarri y desemboca en la actual negociación. En medio, los terribles escándalos de los GAL, que han beneficiado objetivamente a los partidarios de la violencia proporcionándoles el oxígeno político que les empezaba a faltar y han debilitado la eficacia policial. Pero el PNV tampoco es inocente, pues su prisa por apropiarse deja piel electoral del oso batasuno antes de acabar con el terrorismo le ha llevado a quemar etapas en su camino de aproximación a los objetivos de los violentos.

Y en esas estamos. Perdida por perdida su batalla contra el anunciado triunfo electoral del PP, los socialistas deben presumir que un hipotético principio de acuerdo sobre el fin del terror ayudaría a recuperar credibilidad, aunque incluyera contenidos de bajo perfil político sobre la autodeterminación o la soberanía, de facto. De producirse esta circunstancia en los próximos meses, podrían presentarse a las elecciones con la paz bajo el brazo y señalar al PP como obstáculo a barrer en las urnas. Es literalmente jugar con fuego, pero aquí valdría la frase "de lo perdido saca lo que puedas", que tampoco revela un acentuado sentido de Estado.

En el hipotético caso de que salga bien, los ciudadanos tendrán que decidir hasta que punto aceptan ceder ante el terror, y sin debate previo. Si sale mal, que es lo más probable atendiendo a la irracionalidad de ETA, el PP se puede encontrar con el fruto de su cerrazón y el de la ruleta rusa a la que juegan los demás: un serio rearme físico y político del terrorismo avalado directa o indirectamente por todo el nacionalismo vasco. Como en tiempos de Franco.

Xavier Bru de Sala es escritor y periodista.

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