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Un teatro del otro fin de siglo

El Lara recupera su imagen de hace cien años merced a una restauración minuciosa

Ojetivo: retroceder un siglo. El Lara se ha convertido en el único teatro de Madrid con asientos, para la clac, butacas para estudiantes, parnasillo. Hasta los aseos imitan a los de hace 100 años. El nuevo propietario de esta sala, Luis Ramírez, junto con dos mujeres de teatro de toda la vida -Jone González y Rosa Briones- más un grupo de alumnos de Bellas Artes ha conseguido que la bombonera -así se llamó a este teatro- parezca un local de época.Ése ha sido el empeño de Luis Ramírez, de profesión ingeniero de Caminos y ahora hombre de teatro. Su primer contacto con el Lara fue como constructor: recibió el encargo de su propietaria, Carmen Troitiño, de acondicionar las salas de este local que llevaba ocho años cerrado (sus Puertas se volvieron a abrir al público el pasado mes de marzo). Pero Ramírez se había enamorado de esta sala, compró el teatro a Troitiño y de constructor ha pasado a convertirse en un hombre de teatro entusiasmado con la idea de conseguir que el Lara luzca exactarnente igual que en 1880, cuando se inauguró.

Con la ayuda de 150 millones de pesetas de su propio bolsillo y el entusiasmo de todo su equipo prácticamente ha conseguido su propósito.

Periódicos, revistas, libros 37 programas de la época. Todo valía con tal de que proporcione una pista sobre la apariencia de este teatro en sus orígenes.

El toque de cada dueño

En su siglo de vida, el Lara ha pasado por varios dueños. Y por cada uno le fue cayendo una mano de pintura más en las paredes, una tapicería distinta en los muebles y una nueva decoración en las paredes. Precisamente, el primer obstáculo para el equipo reformador ha sido la falta de documentación para saber cómo era este teatro de la Corredera Baja de San Pablo cuando lo vivieron Vital Aza o Manuel Echegaray, dos de los autores que estrenaron en él en el siglo XIX.

Todo el equipo ha buceado en librerías antiguas, hemerotecas... ha hablado con los que pudieran saber algo del Lara en sus orígenes: el biznieto de Balbino Gutiérrez, el hijo de Lola Membrive o Conrado Blanco, que estuvo al frente de este teatro 20 años. "Unos han aportado fotos, otros simplemente recuerdos", comenta González.

"Se ha hecho una labor de investigación profunda para dejar todo como estaba. Es más un trabajo de restauración, en el que nos entretenemos en resaltar todo lo que tiene el teatro", comenta Jone González, gerente desde que Ramírez la embarcó en esta iniciativa. Ella, Rosa Briones y el propio Ramírez han sido los responsables de la investigación.

Muchos de los muebles que ya están en la entrada proceden del contrafoso del teatro. Allí los encontró este equipo en un estado lamentable que los alumnos de Bellas Artes -encargados de la restauración material- han transformado. "Hemos llegado a quitar hasta diez capas de pintura", comenta González. Los nuevos los han copiado haciendo una réplica exacta de los de la época. Pero una vez restaurados los muebles, se plantea otro problema: ¿cuál será su sitio? Y vuelta a las fotos y periódicos de la época para dar con la solución.

Todas las paredes del teatro están pintadas a dos colores y con remaches hechos a mano. Hasta las puertas de los cuartos de baño se han hecho como si fueran de la época. Y los interiores: grifos, picaportes, lámparas en forma de tulipán y fotos de la época. Los techos se han reconstruido enteros: son de dos o tres colores, también pintados a mano. También las columnas repartidas por el vestíbulo. Incluso por los radiadores ha pasado por la cuidadosa mano de los alumnos de Bellas Artes.

"Nos hemos encontrado con puertas clausuradas y habitaciones condenadas sin que sepamos por qué razón", explica Jone González. Como la del parnasillo, una habitación que estaba en todos los teatros y que servía para que director y actores comentaran y leyeran el texto del montaje en cuestión. El teatro Lara cuenta ya con su parnasillo (hasta ahora sólo lo tenía el teatro Español) decorado con los retratos de autores que algún día lo utilizaron. "Ahora es un espacio más donde el público puede estar. En un futuro se quiere dar vida a todo el teatro y que no sea un mírame y no me toques. Antes todos los espacios tenían su sentido, queremos recuperarlo", señala González.

Bautizo de muebles

Ni los camerinos se han librado de este repaso. Los muebles en los que se cambian los actores de ahora han salido del Rastro y se han retocado para que parezcan de finales del siglo pasado. A cada uno se le ha bautizado con el nombre de una actriz o actor que hace años pasó por aquí.

Los espectadores del Lara se siguen sentando en las mismas butacas de piel que lo inauguraron. "Cuando entramos, las paredes eran grises. Pero leímos que eran rojas con estrellitas doradas", cuenta González, quien reconoce que lo de las estrellitas no saben aún cómo encajarlo.

Lo que sí se ha respetado son los antiguos asientos para estudiantes: respaldo y asiento rectos, sin nada para apoyar los brazos. Y los de la clac: están en el último piso y consisten en un banco (sin respaldo) corrido forrado con terciopelo. "Eran las entradas más baratas. Se vendían en el bar de al lado. Los que las compraban tenían el deber de aplaudir. Estaban bajo la vigilancia del director de la clac", cuenta la gerente.

En la planta de abajo había un café teatro. Ahora está el taller en el que trabajan los alumnos de Bellas Artes. Los planes de Ramírez para este espacio pasan por convertirlo en el museo del teatro. Y quién sabe si con el tiempo vuelve a ser el café teatro por el que pasaron los hermanos Álvarez Quintero, Marquina o José María Pernán.

Teatro Lara. Tres mujeres altas. Lunes, cerrado. Ver Cartelera.

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