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LAS MANIFESTACIONES DEL 20-N

4.000 radicales de izquierda proponen la autodefensa para frenar al fascismo

Javier Casqueiro

No hubo incidentes ni reyertas ni se observó la presencia de miembros de Jarrai. La marcha convocada ayer por el centro de Madrid por varios colectivos autónomos antifascistas, en la que participaron más de 4.000 personas, tuvo casi un tono festivo. Eso sí, se profirieron las consignas más radicales de moda entre los grupos de ultraizquierda. Al final, ya en la plaza de Tirso de Molina, quemaron algunas banderas anticonstitucionales y nazis. Un portavoz encapuchado reclamó la "autodefensa" ante el avance de los movimientos fascistas.

Mañana soleada. 12.00 horas. Domingo. Glorieta de Atocha. Grupos de jóvenes, camuflados con cazadoras y verdugos negros, se concentran en esta popular plaza madrileña para reponer fuerzas en media docena de bares. Se nutren de bocatas en El Tres, de ovnis [una especie de emparedados] en Casa San Agustín, de hamburguesas en Wendi y del olor de los calamares fritos en El Brillante. Se arropan con banderas republicanas y anarquistas, fulares sobre el cuello y fuman canutos. Tres furgones policiales vigilan desde la distancia que permite la Cuesta de Moyano. El "servicio de autodefensa" de los manifestantes reparte lazos rojos entre sus voluntarios.Dos pancartas, una con el lema "El fascismo contra todos. Todos contra el fascismo", y otra con la leyenda "Contra el fascismo y su violencia, ahora y siempre resistencia", abren el camino a la marcha a las 12.12 en subida por la calle de Atocha. Los 1.500 participantes según la Delegación del Gobierno -4.000 según diversos medios de comunicación, y 7.000 según los organizadores- tardarán una hora y cuarenta minutos en llegar a la meta en la plaza de Tirso de Molina, cerca del Rastro.

Por el camino hay tiempo para corear de todo. Desde los clásicos "No pasarán" y "Vosotros fascistas sois los terroristas", hasta arremetidas contra los medios de comunicación. Ayer se cebaron con una televisión privada que ha emitido recientemente un programa sobre tribus urbanas: "Que fascista es Antena-3". Los colectivos concentrados ayer, de los que se descolgó oficialmente a última hora la organización Solidaridad Obrera, no quieren ser etiquetados como ultras de izquierda. Se definen como radicales. Tampoco les gusta que la prensa identifique a los grupos ultras de extrema derecha como tribus urbanas. "Son fascistas", proclaman.

Los convocados tienen claro cuáles son sus enemigos. Los cuerpos de seguridad del Estado, que observan el discurrir de la marcha desde helicópteros -"ito, ito, ito, que caiga el pajarito"-, están en la otra trinchera. "Asesina, policía". "Ynestrillas, asesino". Arremeten también contra la bandera española que cuelga de una dependencia ministerial y contra una parroquia. A la altura del teatro Monumental -donde la placa recuerda que comenzó el motín de Esquilache- alguien lanza algo desde el entresuelo de la cafetería Brasilia. Lluvia de piedras contra esa ventana. El "servicio de autodefensa" controla la situación y la comitiva se detiene de nuevo ante el portal 55 de la calle Atocha. Un manojo de claveles rojos muy aplaudido homenajea a los abogados laboralistas asesinados el 24 de enero de 1977 en ese despacho.

[Santiago Botana, el joven radical herido el viernes al explotarle en su casa una bomba casera con destino probable para alguna manifestación ultraderechista del 20-N, sigue ingresado en La Paz. Los otros tres detenidos por este suceso pasarán hoy a disposición del juez Miguel Moreiras].

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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