El último gran día de Mendoza
No hubo lágrimas. Ramón Mendoza quería que los jugadores le dedicaran el triunfo a la afición. No lo consiguió. Se lo dedicaron a él. Fue el momento más emocionante de la noche, cuando los blancos, tras el pitido final, se reunieron en el centro del campo y, con Michel y Sanchis a la cabeza, aplaudieron al palco. Mendoza les devolvió el saludo, pero ni siquiera entonces se le escapó una lágrima.Tras besar a su mujer atendió a los medios informativos cuya presencia era masiva. Sin dejar de fumar un solo instante, ofreció cerca de una docena de entrevistas. Era el Mendoza de siempre. Y así lo demostró en sus declaraciones: "Llegué ganando y me fui ganando", dijo. "Los jugadores me han vuelto a demostrar que son unos monstruos. Su gesto me ha emocionado. Les quiero como si fueran mis hijos. No he llorado porque los hombres lloran por dentro".
Mendoza no quiso hablar del futuro del Real Madrid, aunque sí adelantó sus originales planes personales: "Buscaré empleo y vendré al fútbol como socio que soy. Me sentaré en mi butaca y chillaré al árbitro y al presidente que haya, algo que está de moda en este país y que habrá que mantener. Quizá escriba un libro, que titularé Dos pelotas y un balón.
El todavía presidente madridista, aunque ya sólo sea por unas horas, dijo sentirse "feliz y con la conciencia tranquila. Me lo he pasado de maravilla. No he podido hacer más. Ya sólo me queda despedirme de los jugadores y ofrecer una rueda de prensa que será algo así como un funeral de cuerpo presente".
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