Trajes para relamerse

Por una vez, el vestido, y no la modelo, estaba para comérselo. Una capa de color rosa, forrada con nubes comestibles, a juego con zapatos y bolso, también cubiertos por golosinas de colores, hizo la boca agua á los asistentes al I Concurso para Jóvenes Diseñadores, celebrado en la galería del Prado el miércoles.Una dulce tentación improvisada en tres días y bautizada con el nombre de No se lo digas a mamá. Sus creadoras, Paola S. Redondo y Kori Chan, dos imaginativas estudiantes de moda, apenas se sorprendieron por los aplausos conseguidos. "Si tienes ideas originales y eres constante, triunfas seguro. Y a nosotras, locura nos sobra", dice Paola, de 24 años, enseñando el modelo que lleva puesto: una falda verde con un volante de guantes pegados y un jersey ceñido de color con cuello de plumas moradas.

Paola critica la poca imaginación que tienen los madrileños para vestir. Su compañera de costura, Kori Chan, de 21 años, remacha: "Parece que les da miedo demostrar lo que llevan, dentro. La ropa tiene que ser divertida, porque no hay nada más aburrido que ponerte siempre los mismos pantalones vaqueros".

Quien se llevó el premio al mejor diseñador, una simple placa, fue Óscar Guimarey, un licenciado en Filología Hispánica de 25 años. Colocó en la pasarela un vestido de lo mas espectacular en el nombre -El ojo que todo lo ve-, en el apellido -Si Dios fuera mujer- y en el diseño, brillante. Todas las piezas de este diseño tenían historia. El romanticismo se dibujaba en el patrón de la falda, de raso blanco con varios ojos fotocpiados, que reflejaban, según Óscar, la misma mirada del cantante Boy George. El corpiño, de lentejuelas holografiadas, recordaba los escotes del siglo XVII. Las mangas eran de organza de cristal e inspiración medieval. Todo ello aderezado con una peluca de papel y alambre.

Orgulloso por su creación y nervioso por las palmadas y abrazos de felicitación, Óscar definió este vestido, al que le había echado un año de trabajo, como una obra entre el bien y el mal. "El blanco es la pureza, los brillos son omnipotentes y la mirada de los ojos es misteriosa; es un traje grandioso, peto complicado de llevar", señaló este madrileño de Chamberí, que suele, aconsejar a sus pasisanos que vistan como les pida el cuerpo "y se dején de tanta monotonía gris".

De colores, y muy vivos, era el diseño presentado por el mostoleño Ignacio García Gascón, de 20 años. Un traje de plástico, llamado La Revoltosa, compuesto por un pantalón corto con una sobrefalda transparente y un chal del mismo material ribeteado con flecos de color rojo. La chispa de este atuendo estaba en el material empleado, según su autor. El plástico ni se arruga ni se cala. Y se ciñe al cuerpo.