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Reportaje:

Pequeñas, pero matonas

Treinta pilotos cabalgaron sobre motos de 30 centímetros de altura

Vicente G. Olaya

Efrén Vázquez, enfundado en su mono decuero negro, arrancaba aplausos entre los espectadores cada vez que pasaba el primero por línea de meta a más de 120 kilómetros por hora. Su cuerpo se pegaba al asfalto para tomar las curvas y para impedir que la moto que conducía su perseguidor, Álvaro Bautista, le sobrepasase. Los espectadores jaleaban a ambos con fuerza.En la decimonovena vuelta, a sólo una del final, se produjo la catástrofe. La moto de Vázquez cayó al suelo y se caló. El piloto se levantó de un salto e intentó arrancarla. Fue imposible. Bautista se deslizó entonces directo hacia el triunfo sin nadie que le disputase el campeonato. Vázquez comenzó a patalear y lloriquear. No pudo contenerse. Los mocos y los lagrimones inundaron entonces su cara. Su casco se empañó. Su padre, Manu Vázquez, tuvo que consolarle. Efrén sólo tiene nueve años.

Ambos corredores eran dos de los 30 que ayer se congregaron en el circuito Asupark de Villaviciosa de Odón (16.450 habitantes) para competir en la final del campeonato madrileño de minimotos. Divididos en tres categorías: infantil, adultos A (pilotos con menos de 62 kilos) y adultos B (pilotos de más de 62 kilos), todos montaron sobre el mismo tipo de vehículo: una moto de 40 centímetros cúbicos, 80 centímetros de largo y 30 de altura.

Alfonso González Nieto, Fonsi, de 16 años, sobrino de Ángel Nieto, el ex campeón mundial de motociclismo, fue ayer uno de estos corredores. Fonsi, que es el actual campeón de España de 125 centímetros cúbicos, define el deporte de la minimoto como "el riesgo al ras del asfalto". "Es muy fácil caerse porque siempre vas al límite. Es una sensación diferente", explicaba ayer.

Este deporte llegó a España hace unos cuatro años. "Comenzó en las discotecas como un espectáculo de entretenimiento. Las primeras minimotos llevaban un motor de motosierra y se las construían los propios pilotos. Hoy día ya hay marcas, escuderías, patrocinadores, equipos y circuitos propios" comentó ayer Manuel de la Calle, propietario de la pista de Villaviciosa.

Susana Arce, madre de Álvaro Bautista, de 10 años, el nuevo campeón de Madrid, explica que el chaval compite desde hace tres años. "Mi marido tiene un taller mecánico y fue quien le animó a este deporte. El día que el niño quiera dejarlo, le apoyaremos. Lo importante son sus estudios", afirma.

Una de estas minimotos cuesta unas 250.000 pesetas. "Pero lo más caro es el mono de carrera", añadía Rosa María García, madre de Borja Maestro, un piloto de sólo cuatro años. "Valen 100.000 pesetas y se los hacen a medida en Valencia" relata.

Estas carreras, con sus boxes, mecánicos, animadores, banderolas y jueces, sólo se diferencian en una cosa de las de gran cilindrada: una parte del público está formada por padres de los corredores. "Te dije que en la recta acelerases a fondo. No me has hecho caso, y ahora nos volvemos a casa con las manos vacías", gritó uno de los progenitores a un pequeño corredor. Sólo le faltó decirle que se quedaba sin postre por malo.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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