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FUTBOL UNDECIMA JORNADA DE LIGA

Loren salva de la agonía al Madrid

El equipo de Valdano desperdició una ventaja de dos goles y ganó de Penalti absurdo

Santiago Segurola

El Madrid salvó por casualidad -un penalti simplón de Loren a Esnáider- otra noche de agonía. Había cobrado una ventaja de dos goles que no le sirvieron para nada. O peor aún, para levantar la ira de la gente, que no aceptó el empate de la Real Sociedad en el último arreón del partido. La hinchada sacó los cuchillos, la emprendió contra el equipo y aquello era un incendio, el motín del Bernabéu, donde se vive el fútbol entre la angustia y la irritación. El empate abría la brecha definitiva entre el público y el Madrid, pero un minuto después se firmó la tregua. Loren se equivocó y arrolló a Esnaider Ahí salvaron los madridistas el resultado y la vida.Hubo varios partidos en uno El primero de todos estuvo provocado por el montaje defensivo de la Real Sociedad, que tiene algunas características notables Defiende lejos de su área y lo hace bien, con todos los mecanismos muy perfeccionados: el achique constante, las líneas apretadas en el centro del campo, donde quiere producir un colapso de tráfico. Al Madrid se le hizo muy penosa la circulación de la pelota, obligado a actuar con gran precisión en espacios muy cortos. Durante los primeros minutos, encontró la solución a sus problemas con pases por detrás de la línea defensiva, pero en todas las ocasiones llegó Alberto antes que los delanteros madridistas.

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Con el paso del partido, la Real ajustó todavía más su estrategia defensiva y el Madrid se vio metido en dificultades matemáticas o físicas. No tenía ni espacio ni tiempo para realizar el juego corto. El fútbol largo se lo prohibía la Real Sociedad, que tiraba el fuera de juego con habilidad y rapidez. Le quedaba al Madrid el recurso de la paciencia, del toque constante hasta adivinar cualquier grieta, pelo el público se quejaba de la reiteración de pases, porque la hinchada está muy sensible en estos días. Ve un pase atrás y le da un ataque. En este plan, el Madrid tuvo un partido muy perro: tenía la enemiga de la Real y de un gran sector de su gente.

Hasta el gol de Raúl, el Madrid dio signos de flaqueza. Se quedó paralizado, sin salidas para desequilibrar a su rival., Atascado en, el medio campo, comenzó a perder la pelota y a quedarse expuesto a los contragolpes de la Real Sociedad, cada vez más amenazante en sus llegadas. Casi todas sus progresiones se producían por la banda izquierda, donde Karpin buscaba constantemente la poderosa llegada de Aranzábal, un defensa que maneja la pelota con una extraordinaria pulcritud. En la acera de enfrente, otro defensa daba un curso de estilo: Sanchis. Cada una de sus intervenciones tuvo un aire regio, de gran futbolista.

El partido, pintaba mal para los madridistas. La Real estaba donde quería, en uno de esos encuentros de giran contenido táctico, muy exigente en el aspecto anímico. Y el Madrid empezaba a dar signos de ansiedad. Justo entonces, en el momento más difícil para los locales, Sanchis sacó un pase largo -la parte más débil de su repertorio- hacia Amavisca, que probablemente arrancó en fuera de juego. La jugada era decisiva, y para certificarlo tenía que aparecer Raúl. Tarde sí y tarde también, el chico acude en rescate, de su equipo. Esta vez lo hizo de una manera sencilla: la llegada por el segundo palo y el gol. La jugada más antigua del mundo y la más difícil de detener.

El gol produjo el efecto esperado. El Madrid ganó espacios y la Real dio un salto hacia adelante. El partido le venía al pelo a Laudrup, pero nuevamente fue Raúl el protagonista del segundo gol. Le dio un pase corrido, con la comba justa, a Quique, que entró libre por la derecha para dar la pelota de gol a Esnáider, cuyo tiró salió rechazado por el portero, como de costumbre. Pero Laudrup acudió al rebote -con perdón- y marcó. Parecía que el Madrid había superado el mal trago de un partido complicadísimo. En realidad fue el prefacio a la agonía final. La Real siguió con fe y determinación, cada vez más cerca del área madridista. Dependía de un gol. Si lo conseguía, el Madrid daba la pinta de quedarse contra las cuerdas. Eso sucedió. Marcó De Pedro con un tiro raso y pronto se observó que había tiempo para el empate, que se produjo en un fallo defensivo de Soler. La hinchada, que venía quejándose por todo, se levantó en armas contra el equipo. Pero la insurrección duró un minuto, el tiempo que se dio Loren para salvar la vida de sus rivales con un penalti incomprensible.

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