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EQUIPOS PEQUEÑOS EN TERRITORIO DE GIGANTES

Mejor de pueblo que de barrio

Los equipos modestos de las grandes capitales han perdido solera y agonizan como reducto exclusivo para jubilados

Los equipos de barrio languidecen en el mapa futbolístico español. Un vistazo al calendario de los años cincuenta y sesenta permite observar su proliferación en las máximas categorías. Hoy, salvo el caso del Rayo Vallecano -que subsiste de la mano de un poderoso mecenas como José María Ruiz Mateos-, hay que escudriñar la Segunda B para encontrar rastro de ellos. En esa categoría aún resisten Moscardó, Santa Ana y Sant Andreu. El resto vive atrapado en categorías regionales. Han quedado succionados por el desarrollo, urbanístico de las grandes ciudades, por la extensa cartelera deportiva de las capitales. Hoy sólo son un reducto de ocio para los jubilados, para aquellos que aplaudieron sus años de solera: cuando el Europa barcelonés presumía con orgullo de ser un foco republicano o el Indautxu congregaba a la jet bilbaína.El entusiasmo de algunos aficionados altruistas -"piraos", dicen ellos- les permite sobrevivir. Han agotado su chistera. Algunos, como el Moscardó madrileño, regalan 2.000 entradas y apenas congregan a más de mil aficionados. Todos coinciden: en la capital no hay quien respire. Las barriadas han perdido su identidad y cada domingo cruzan aceleradamente sus calles en busca del Calderón, San Mamés o el Camp Nou. Por ello las directivas consultadas responden al unísono: mejor de pueblo que de barrio. En los pueblos el mecenas está asegurado: el Ayuntamiento.

El Rayo Vallecano es la envidia de los equipos de barrio: su escaparate quimérico. Los de Vallecas (270.000 habitantes) se han consolidado en las máximas categorías y aún son capaces de pulir una aceptable cantera de jugadores. El equipo mantiene sus señas de identidad, sólo distorsionadas por el apadrinamiento del club a cargo del matrimonio Ruiz Mateos, dos inquilinos temporales llegados desde Jerez de la Frontera.

El atípico caso del Rayo es fenómeno habitual en campeonatos como el argentino o el inglés, modelos futbolísticos de enorme influencia en los orígenes del fútbol español. Ciudades como Londres y Buenos Aires están inundadas de equipos de barrio en las categorías de élite. Seis clubes londinenses (Tottenham, Arsenal, Chelsea, Wimbledon, West Ham United y Queen's Park Rangers) conviven este año en la Premier League inglesa. Todos tienen un marcado cariz local. La comunión con cada barrio es total. Se remonta a las raíces del fútbol en el Reino Unido, donde este juego se expandió vertiginosamente por todos los rincones.

Las raíces británicas florecieron rápidamente en suelo argentino, donde el fútbol comenzó a jugarse en los baldíos cercanos a los muelles donde atracaban los barcos ingleses. Ese juego que se inició en el puerto de Buenos Aires entró luego en el corazón de la ciudad. Desde el río y hacia el interior, cada barrio quería tener su equipo y su propio campo. En cada barrio el grupo original se partía en dos. El River se abrió del Boca, en el barrio de la Boca del Riachuelo, el más cercano al puerto, y se instaló en el de Núñez. El Racing y el Independiente se dividieron a su vez el entonces barrio de Barracas al Sur, hoy la ciudad de Avellaneda, y se odiaron hasta el punto de construir, uno al lado del otro, estadios con capacidad para más de 70.000 personas. El modelo se repitió en los barrios de Boedo y de Parque de los Patricios, donde el San Lorenzo y el Huracán disputan el territorio palmo a palmo, y en los barrios de Liniers, y de Caballito, con Vélez y el Ferrocarril Oeste.

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