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Especial en Canal + sobre Robert Crumb, el mejor dibujante 'alternativo' del siglo

El documental Crumb, de Terry Zwigoff, que esta noche emite Canal + (23.26), es bastante más que un acercamiento biográfico al autor de comics alternativos más importante de este siglo. Si sólo fuera eso, la película estaría reservada a los aficionados a los tebeos. Lo que hace de El mundo de Robert Crumb algo especial es el utilizar a su protagonista para trazar un retrato de familia que es, al mismo tiempo, el retrato de una época y un país.

Lo que Terry Zwigoff ha hecho con Crumb y los suyos no se diferencia mucho de lo que hizo Jaime Chávarri con la viuda y los hijos del poeta Leopoldo Panero en El desencanto. En ambos casos, no es obligatorio conocer a los personajes retratados para dejarse atrapar por su discurso.Robert Crumb (Filadelfia, 1943) es el dibujante underground por excelencia. Sin él no existiría gran parte del comic alternativo que se fabrica actualmente en Europa y en EE UU. Este Woody Allen de los tebeos llegó a San Francisco en 1967, aunque su participación del espíritu hippy de la época fue bastante oblicua. Creó al gato Fritz y a Mister Natural (héroes contraculturales donde los haya). Incluso fabricó la portada del disco de Janis Joplin Cheap thrills. Pero nunca soportó el rock, jamás le sentaron bien las drogas y siempre fue incapaz de dejarse crecer el pelo y ponerse unos pantalones de pata de elefante. Crumb fue durante el verano de las flores un marciano. Pero, como se encarga de demostrar el documental de Zwigoff, lo ha sido siempre y en todas circunstancias.

Los protagonistas de Crumb son, básicamente, el artista y sus dos hermanos. Las dos chicas de la familia se negaron a ser filmadas. El padre está muerto. La madre es una adicta a las anfetaminas. La actual esposa de Crumb (la mediocre dibujante Aline Kaminsky), su hijo Jesse, su hija Sophie y algunas de sus ex-novias son personajes secundarios. Como la historietista Trina Robbins (que da la nota políticamente correcta al apuntar supuestos brotes de racismo y sexismo en Crumb).

Robert, Charles y Maxon Crumb llenan la función. Asistimos así a las confidencias de tres chicos católicos de los años 50, cargados de obsesiones sexuales, que han llegado a los 90 como han podido. Robert, a su manera, ha triunfado. Maxon vive en un hotel para borrachos, pinta cuadros desquiciados y medita sobre una tabla con pinchos. Charles lleva años sin salir de casa, tomando tranquilizantes contra sus tendencias suicidas (tras varios intentos de autoeliminarse, lo acabó logrando mientras Zwigoff montaba su película).

Crumb termina con su marcha al pueblo francés donde vive. Las dos horas que dura el documental pasan volando. Han trazado un peculiar mapa sentimental norteamericano comprensible en cualquier lugar del mundo.

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