Ilustres copilotos
El Rey, el Príncipe, Carlos Sainz y el presidente del Senado, además de Borrell, han volado en el caza F-18
"Gravísimo abuso de poder" y "utilización particular, caprichosa e indebida de bienes públicos". Con estos duros calificativos se refirieron, el pasado miércoles en el pleno del Congreso, los portavoces del Grupo Popular al vuelo a bordo de un caza F-18 de la base aérea de Zaragoza efectuado el 9 de octubre por el ministro de Obras Públicas y Transportes, Josep Borrell.El diputado José Manuel Fernández Norniella no perdió la ocasión de ironizar sobre las aspiraciones del ministro de sustituir a Felipe González como cabeza de cartel electoral y le preguntó si, con su paseo aéreo, pretendía "ganar altura con vistas a su candidatura en el PSOE".
Borrell, irritado, acusó a la oposición de confundir "una visita institucional de un ministro a un ejército con algo parecido a como si yo me hubiera colado gratis en un tiovivo de feria". Además, agregó, "no soy el primer responsable político que ha volado en un F-18".
En efecto, el titular de Obras Públicas no ha sido el primer huesped ilustre, no sólo político, que ha ocupado la cabina del copiloto en los F-18 biplaza con que cuenta el Ejército del Aire para adiestrar a su personal de vuelo. El Rey, el Príncipe, el piloto de carreras Carlos Sainz y el presidente del Senado, Juan José Laborda, entre otros, han tenido ocasión de experimentar en primera persona las capacidades de uno de los aviones de combate más avanzados que existen.
El 2 de noviembre de 1990, en la base de Torrejón de Ardoz (Madrid), el campeón del mundo del rallies Carlos Sainz cambió los mandos de su Toyota por los de un F-18. Para el Ejército del Aire, se trataba de aprovechar la popularidad del deportista para promocionar unos aviones cuya compra, por 300.000 millones de pesetas, no gozó precisamente del apoyo de la opinión pública.
El 24 de octubre de 199 1, fue el presidente del Senado, Juan José Laborda, quien, durante una visita al Ala 12 de la Fuerza Aérea y tras el preceptivo reconocimiento médico, subió a bordo de un F-18 y participó, como espectador privilegiado, en el ataque simulado a una central eléctrica y en una interceptación a 30.000 pies de altura.
"Durante muchos años he sido presidente de la Comisión de Defensa del Senado", recuerda ahora Laborda, "y no sólo he subido a un F-18, sino que también he estado en los barcos que controlaban el embargo a Irak durante la guerra del Golfo y he entrado con un BMR en la ciudad de Mostar en pleno conflicto de Bosnia. Me parece una frivolidad que no se entienda que no vamos allí a divertirnos ni en visita protocolaria, sino para estar con los militares, que agradecen que nos interesemos por su trabajo".
Aquel vuelo no levantó polémica, como tampoco el de Borrell cuando el pasado 10 de octubre EL PAÍS dio la primera noticia del mismo. Sólo al día siguiente, después de que El Mundo titulase en primera página "El capricho de Borrell de probar un caza F-18 costó al Estado más de un millón", el PP puso el grito en el cielo y presentó dos preguntas al Gobierno sobre ese episodio.
"En el Ejército del Aire nadie se ha molestado, que yo sepa, más bien al contrario", afirma un general de aviación. Incluso en tiempos de penuria como los actuales, en que hay que recortar horas de vuelo por falta de presupuesto, los militares están encantados de exhibir su material más sofisticado y la pericia de sus pilotos ante cualquier visitante. Más aun, si se trata de un miembro del Gobierno, agrega el citado general: "Así, cuando nuestro ministro pida algún pellizco económico, contará con un aliado en el seno del consejo".
Respecto al coste del controvertido vuelo, otro general aduce que no resultó totalmente baldío desde el punto de vista del adiestramiento, ya que el ministro viajó acompañado por un piloto.
Naturalmente, admite, si la cabina la hubiese ocupado un alumno en vez de Borrell, el aprovechamiento habría sido doble, "pero es una estupidez rasgarse las vestiduras, ya que se gasta más en las exhibiciones para el público o en las jornadas de puertas abiertas, en que los aviones se desplazan expresamente al lugar donde se celebran, y al final los beneficios son mayores que los perjuicios".
"La seguridad del Rey no ha corrido peligro"
Los vuelos del Rey y del Príncipe de Asturias a bordo del cazabombardero F-18 no son comparables a los de personajes públicos, políticos o no, y periodistas, que también los ha habido, ya que ambos son pilotos del Ejército del Aire y el primero, además, capitán general de las Fuerzas Armadas. Otra cuestión es la posibilidad de que estos vuelos hayan significado algún riesgo para el jefe del Estado y su heredero."La seguridad del Rey y del Príncipe no ha corrido ningún peligro. El F-18 es tan seguro, o más, que cualquier otro avión. Lo que introduce un plus de riesgo es el tipo de misión pero, naturalmente, en estos casos, se ha cuidado al mílimetro el plan de vuelo", afirma un general.
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