El gimnasio de los Carballo
Tres hermanos, Jesús, Manuel y Javier, se suceden unos a otros como campeones de España
El gimnasio Moscardó está estos días de fiesta. En la vieja sala donde se entrenan los chicos hay una pancarta de cartulina verde colgada del techo: "Enhorabuena por tu actuación. Tus compañeros". El destinatario del mensaje es Jesús Carballo, que días atrás logró su clasificlación para los Juegos Olímpicos de Atlanta. Los remitentes son la media docena de chavales que comparten con él 10 horas diarias de duro trabajo. Hace 13 años que Jesús vive en el gimnasio. Pasa más horas en él que en su casa. Acababa de cumplir los cinco cuando su padre le llevó hasta allí. No podía ser de otra manera. El hijo mayor del seleccionador nacional de gimnasia tenía que dedicarse, como él, a este deporte. Primero fue Maite, la mayor -21 años-, que ahora entrena con su padre a las chicas; luego, Jesús -18 años-, y- más tarde, los pequeños, Javier -14 años- y Manuel -12 años-. Los tres chicos son, actualmente, campeones de España en sus categorías -senior, alevín e infantil-, de tal forma de un Carballo ha sucedido a otro Carballo. El árbol genealógico de la gimnasia en España tiene un apellido común: Carballo.De cintura para abajo, es extrañamente delgado y liso, pero de cintura para arriba sus formas brotan espectacularmente. El cuerpo de Jesús es el resultado de muchos años de trabajo. Cada día a las ocho de la mañana llega al Moscardó, en el centro de Madrid, y se va a las diez de la noche. Sólo para una hora para comer algo. Estudia tercero de BUP, pero a distancia. No puede perder tiempo en ir al colegio. A eso de las cinco llegan Javier y Manuel, ambos en octavo de EGB. Ellos todavía van al Sagrado Corazón. La familia se reúne entre anillas, colchonetas y potros. Hasta allí va Maite para ver a sus hermanos o el padre cuando quiere hacer vida de familia, ya que desde hace años no vive en casa.
"No creo que haya en el mundo otra familia como la nuestra", dice con naturalidad pero entre sonrisas Jesús. "Mi padre vive con las chicas, que están siempre concentradas en un chalé de la Moraleja. En casa estamos los chicos con nuestra madre, que también es profesora de esto". Todos han asumido con normalidad esta poco habitual situación. La distancia no ha roto la unión.
"Estarnos en esto por nuestro padre. Pero si no nos hubiera gustado, lo habríamos dejado". Jesús sufrió, como todos los principiantes, el dolor en su cuerpo cuando en sus inicios su profesor comenzó a colocarle el cuerpo. "Muchos chicos lo dejan cuando les duele. Es algo por lo que hay que pasar si uno se quiere dedicar a esto". El primero en sufrir esta experiencia fue Jesús, luego Javier y más tarde Manuel. El pequeño es quien presenta un desarrollo mayor de su torso, aunque de él lo que más sorprende es lo profundo de su mirada. Dicen de él que será el nuevo Joaquín Blume.
"No es porque sea mi hermano", cuenta Javier, el mediano, "pero Manuel hace cosas que yo no hacía cuando tenía su edad. Se toma todo muy en serio. Hasta en los estudios es un fenómeno". Cuentan los mayores que Manuel encuentra tiempo entre los estudios y los entrenamientos para leer. "Se traga un. libro de más de mil páginas en sólo dos días y saca matrículas en casi todo". También en gimnasia. Y es que por practicar este deporte fuera del colegio no se libra de pasar los exámenes. En gimnasia no sólo Manuel saca la mejor nota.
Jesús ya está en lo más alto. Por eso los estudios le importan menos, aunque. no quiere dejarlos. Les gustaría hacer INEF para seguir en eso también a su padre. Hace sólo unos días, en Sabe (Japón), logró clasificarse para los Juegos de Atlanta. "Ganar una plaza olímpica me compensa los 13 años de trabajo". Aspira no sólo a realizar una buena actuación. "Creo que puedo aspirar a una medalla en barra fija", asegura convencido. No quiere que le comparen ni con Blume ni con otros gimnastas del pasado. "Este deporte ha cambiado mucho en los últimos años. Antes lo que se valoraba era la musculación y la resistencia. Ahora se apuesta más por la flexiblidad y por otras cosas que antes no se tenían en cuenta".
Jesús no echa, de menos nada, aunque su vida no se asemeja en nada a la de cualquier chico de su edad: "Estoy aquí todos los días entre 10 y 12 horas. Los sábados también. Los domingos, sólo hasta las dos. Cuando llego a casa estoy tan cansado que lo único que quiero es tirarme en la cama y no hacer nada. Las fuerzas que me quedan las empleo en estudiar".
Cuando la familia se reúne no se habla de otra cosa que de gimnasia. Cruzan sus apuestas. Establecen polémicas y ven vídeos de competiciones. Sus amigos les miran como bichos raros. "Nos ven que no tenemos una pinta rara, pero no entienden por qué, nos gusta tanto esto". La familia se ha confabulado para lograr un triple olímpico en Sindey. En eso trabaja ahora el gimnasio Carballo.
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