Sesión de madrugada
Induráin hará hoy la primera prueba para el récord a las seis de la mañana
CARLOS ARRIBAS Esto va camino también de convertirse en el récord de los madrugones. No eran aún las nueve de la mañana cuando Miguel Induráin dio ayer los primeros saltitos por el velódromo de Bogotá. Fue con la bicicleta normal, de carretera, con la que el navarro que se prepara para batir el domingo el récord de la hora, comprobó en compañía de su hermano Prudencio. las rugosidades y bachecitos del cemento de la pista, los saltitos que le dan las ruedas. Media hora después, las piernas desengrasadas y el cuerpo ligeramente sudado, renovó su relación masoquista con el piñón fijo a lomos de la Espada Evolución IV, la máquina que le proporciona el placer de rodar cortando el aire. Hoy, la primera prueba en serio, más pronto aún: a las 6.30 de la mañana tiene previsto Induráin ponerse a rodar, con cronometradores y todo. En función, de sus sensaciones y de los resultados, decidirá.
El primer día de velódromo lo dedicó Induráin a un doble acoplamiento. Primero, a recordar eso de los peraltes, la línea de la que no debe salirse y a rodar recto. Luego, siempre en compañía de su hermano, que le siguió domo si fuera tras moto, a adaptarse a la Espada. Ahí tropezó con su mayor, inconveniente: la posición de los brazos. Induráin no es pequeñito como Rominger o como la francesa Jeannie Longo, que también se puso ayer a entrenarse, al mismo tiempo que Induráin, para batir el récord femenino de la hora. Por su tamaño, estos, dos deportistas no tienen problemas para llevar los hombros a la altura de las caderas y rodar en una posición ideal, con los codos en paralelo y casi tocándose. A Induráin le perturba su gran caja torácica: no puede doblarse tanto y la posición e 1 n que se encuentra más cómodo es con los brazos abiertos, con lo que ofrece más pantalla al aire. Los técnicos de su equipo intentan que al menos los junte lo más. posible. Y así se pasaron buena parte de la mañana: Induráin dando unas vueltas con la Espada y el mecánico que montó pie za a pieza la bicicleta, regulándole en cada parada el manillar, siempre buscando el mayor compromiso entre la eficacia y el rendimiento, la máxima eficiencia en sus condiciones. Pese a todo, Induráin ofreció, una imagen mucho más suelta que hace un año. No se le vio forzado en ningún momento. La experiencia de la anterior tentativa, en la que, como un niño, tuvo que aprender a andar en pista y en la que la Espada no estaba perfeccionada al límite, le han valido. Sobre esa base ha dado un salto de calidad. Casi el mismo que ha dado la Espada.
La piedra angular de toda bicicleta es la barra horizontal, es la madre de la rigidez, la característica que, junto al aerodinamismo, más se busca potenciar. El peso, en estas circunstancias, no tiene tanta importancia. Logra da ya la máxima rigidez con el cuadro monocasco de carbono, casi medio carenado, la penetración se ha logrado siguiendo el principio de "lo gordo, detrás", en palabras del mecánico Enrique Sanz. Este es un principio opuesto al de la tradición, al que usan los constructores aeronáuticos, por ejemplo. Pero en un avión, lo gordo va delante para evitar las turbulencias -una fuerza absorbente que frena la velocidad-, un problema que sólo es preocupante a partir de 200 kilómetros por hora. Par un récord de la hora, es un asunto menor. Lo que interesa es que la máquina corté el viento como un cuchillo. Y eso han logrado. La altitud hace el resto.
El tamaño del plato sigue sorprendiendo. Los 9,36 metros que avanza por pedalada calzande, un plato de 63 dientes y un piñón de 14, los podría lograr igualmente usando un plato de 54 y un piñón de 12, un desarrollo muy usual en la carretera. La exageración del plato la exige la necesidad de la cadencia. Cuanto más pequeño es el piñón, lugar en el que se hace la palanca, más cuesta moverlo con regularidad. Y aquí no vale una explosión de fuerza, sino mantener el mismo ritmo.
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