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FÚTBOL SÉPTIMA JORNADA DE LIGA

El Salamanca sepulta al Rayo

El equipo de Lillo presionó a su rival, le encerró en su campo y le llegó a bailar

El Salamanca hundió en el fango al Rayo. Le quitó la pelota, le encerró en su territorio y le dio un baile. La tunda de goles fue incluso corta. Se las prometían felices los de Vallecas (llegaban los salmantinos sin una victoria en el equipaje y con un solo gol a favor) y salieron de la cita escaldados. Completaron un partido horrible, el peor de los últimos tiempos. Finalmente, la afición dictó sentencia: miró al palco y bajó el pulgar. Pidió un nuevo inquilino para el banquillo.Pedro Mari Zabalza construyó la alineación sin incluir a los mejores. jugadores. Y eso suele pagarse. En el banquillo, comiendo pipas, posaban Andrijasevic, Calderón, Josemi y Aquino. Y en la grada, Gallego. Por el campo, en cambio, en zonas supuestamente destinadas a la construcción, correteaban Cortijo, Martín González y Barla. El balón lo iba a pasar mal. La decisión de Zabalza, la enésima de la temporada, pagó peaje: el Rayo fue arrugado y aniquilado por la ordenada presión que tiró Lillo sobre Vallecas.

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Zabalza, destituido

El resto lo hicieron los cinco puntales ofensivos con los que el Salamanca apareció. Primero Del Solar, para garantizar el pase inicial. Luego, Quiroga, Barbará y, sobre todo, Vellisca (lo que hizo merece un marco de plata), para asomar regates, apoyos y determinación. Y finalmente, Claudio, para descargar sobre el césped todo su oficio y rematar la faena con sus tres goles. Tuvo el ex deportivista la determinación y capacidad para definir de los grandes especialistas extranjeros.

El Rayo no se quitó jamás dé encima al Salamanca y acabó desconectado en todos sus frentes. Esta vez, ni su recurso de toda la vida, la búsqueda de Onésimo, le valió para algo. El Rayo no construyó una sola ocasión en toda la primera mitad. Y la que se encontró en la segunda fue un regalo. En realidad, todo lo que sucedió en el partido (hasta el gol del Rayo) fue obra del Salamanca.

Cuando Zabalza se quiso dar cuenta, ya estaba todo perdido. Bueno, primero se dio cuenta la afición, que ya sobre la media hora reclamó la salida de Calderón. El técnico accedió seis minutos después y retiró por él a Martín González, el símbolo de su teoría futbolística. Zabalza renunció a sus principios cuando moría.

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