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El Atlético marca el paso

El equipo rojiblanco retoma el liderato tras un convincente partido

José Sámano

Hay fiesta en el Calderón. El Atlético ya no viste de luto; hoy es simplemente un equipo de fútbol ataviado con todos los atributos que hacen hermoso este deporte. Destila fantasía, aplomo y madurez. Ya no es un equipo convulsionado desde la romería del palco. Hoy la fiesta está en el césped. Todos creen en el primer proyecto de Radomir Antic. Pasados los primeros exámenes de la temporada, el Atlético se medía ayer con el Espanyol, crecido por su liderato: Pasó la prueba.Radomir Antic, convencido de la polivalencia de sus jugadores, dibujó un equipo sorprendente. Ausente Penev, enquistó a Pantic en la punta, por delante de Kiko, incluso. Y dejó el hueco del serbio a Caminero, libre para moverse en la media punta, su paisaje natural. En al primera media hora el resultado fue elocuente: el Atlético se tragó a los de Camacho.

Primero le sometió a una tortura brutal. Los jugadores del Espanyol apenas tenían un ladrillo para maniobrar y los rojiblancos hicieron de cada disputa un acto heroico. Antic ha dotado al Atlético de un gesto vampírico. Está subrayado en el prólogo de su manual. Así se vio a Geli, un lateral, morder a Torres Mestre junto al banderín de córner para birlarle la pelota. 0 aquel arresto de Santi teñido de épica. El central estaba dañado, tirado sobre la alfombra. Benítez apareció como un rayo, en una situación cristalina para el ataque catalán. Santi llegó al cruce. Luego siguió rascándose la cabeza. Así, a partir de la presión, el equipo se crece. Refuerza su autoestima y se siente dominador.

La fantasía llega después. De la mano de Kiko y Caminero, y, sobre todo de Pantic. Un futbolista singular, extraordinario. Tiene un muestrario infinito de maneras de golpear el balón. Su empeine parece de goma y su tobillo, de trapo. A balón parado es demoledor. Y con la pelota en circulación es la luz de todo el equipo. Sus compañeros le buscan con tesón y él siempre está dísponible. Además, la grada late a su paso. Y él agradece la hospitalidad. También es populista.

Con este perfil el Atlético fue dando enjundia al choque entre los dos líderes. Con el temprano gol de Kiko y la hinchada efervescente, los de Antic trituraron a su rival. El duelo estaba para el 2-0, o el 3-0.

Pero el Alético, demasiado benévolo, fue perdiendo oxígeno. Y acabó destemplado, abúlico. El Espanyol se quitó de en medio el corsé y poco a poco fue estirando el partido. Pasada la media hora, Francisco, por fin, vio de cerca el balón. Tomó el mando y el Espanyol recobró el pulso. Al borde del descanso, con el Atlético adormecido, y quizá extenuado, Lardín puso las tablas.

En la reanudación el choque nació más igualado. Con los dos equipos más tensionados. Pero la expulsión de Herrera y el zapatazo de Pantic para el 21 lo, desequilibraron de nuevo. De nuevo la partida estuvo para la fiesta colchonera. Se pudo dar el Atlético un festín, pero se quedó en un aperitivo. El Espanyol, un grupo recio, industrial como reza su técnico, jamás se desvaneció. Cayó de pie, mientras los de Antic no quitaban un ojo al cronómetro.

Con el pitido final la grada, bulliciosa como siempre, explotó de júbilo. Hoy, más que nunca, tira serpentinas. Y, también, se ha vuelto visionaria. Como aquel espectador, con el rostro rugoso, quizá por la edad, quizá por sus muchos años en el Calderón, que empuñaba una pancarta: "Despacio se llega lejos". Por la otra carahabía otro credo: "Con el noveno (proyecto de Gil, se supone) acertamos de pleno". ¿Dónde está el horizonte?

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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