"Vengo a por todo"
"Vengo a por todo. Ser campeón. del mundo contrarreloj es importante, pero serlo del Mundial de fondo, más todavía. Y a por eso vamos". Miguel Induráin no precisó de los servicios de la ambulancia odontológica -sillón de dentista estirado y camilla con bombona de oxígeno al lado- puesta como punto de socorro para los asfixiados o heridos; tampoco perdió la cordura por el agobio sufrido nada más cruzar la meta, por el barullo de la masa de fotógrafos, locutores y cámaras que le asaltó. Erik Breukink, uno de los derrotados del día, estuvo a punto de necesitar las dos salas de la ambulancia del dentista: la de la bombona de oxígeno -llegó asfixiado, subió la última meta cuadrado-, y la de curas: el remolino que acompañó a Induráin estuvo en un tris de atropellarle y cuando reconvino a un cámara, éste se volvió y se puso a agredirle con un micrófono. Induráin fue avasallado, estrujado, sobado, pero no agredido.
Subió al podio el navarro con el maillot de mangas largas del Banesto para que la publicidad se viera por debajo de las mangas cortas del arcoiris que tan bien le sienta, recibió la medalla de oro; escuchó el himno de España y, como si nada, se sentó en la conferencia de prensa y dijo eso que todo el mundo esperaba -"hemos escrito, Abraham y yo, otro nuevo episodio del ciclismo español"- para olvidarse enseguida de las hazañas épicas y empezar a pensar en el mañana, el otro Mundial y el récord de la hora. Abraham Olano, a su lado, sólo pedía que no se le comparase con Induráin, que uno es un monstruo de esos que sólo salen cada 20 años en todo el mundo, y el sólo un buen corredor que aspira a llegar lejos.
Una victoria más
Mientras Induráin desgranaba su discurso -"estoy muy satisfecho", "me ha salido una buena crono pero el final se me ha hecho duro", "no ha sido la contrarreloj más dura que he recorrido", "desde que decidí no hacer la Vuelta me he venido preparando para esto", "esto es una victoria más, no se puede comparar con las otras"-, José Miguel Echávarri le traducía a términos más vibrantes. "El triunfo de Induráin ha sido una confirmación y una recompensa. Ha sido la prueba de que todo el trabajo previo ha sido bueno y el premio a todo ese sufrimiento", dijo el técnico del Banesto.El éxito de Induráin y Olano llegó por' dos vías diferentes. Uno, el navarro, llegó después de una preparación científica en altura; Olano llegaba con la ventaja que da la competición después de quedar segundo en la Vuelta. Sin embargo, el guipuzcoano reconocía que su adaptación a la altura no era aún perfecta. "He notado la falta de oxígeno en los repechos más duros", dijo Olano. "No me he sentido al 100% y he tenido que correr pensando mucho en el gasto". O sea, una carrera calcada a la del campeón. Aunque a Olano la plata le costó dinero: llegó al podio con la gorra de Mapei y fue castigado con medio millón de pesetas de multa por romper el protocolo.
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