El arrebato salva al Madrid
El equipo de Valdano volvió a ofrecer una pobre imagen ante el Grassnoppers
Sin aliento futbolístico, pero con la punta de coraje que le había faltado en la primera parte, el Madrid salvó como pudo una noche terrible, envuelta en los peores presagios para un equipo que vive entre la desconfianza, la tristeza y una carencia alarmante de soluciones futbolísticas. Un poco de arrebato, un poco de Laudrup y el esfuerzo general para sobreponerse a la desmoralización permitieron la supervivencia del Madrid, que, finalmente, sacó un buen resultado -quizá decisivo para el futuro- de una noche muy vulgar.Frente al abatimiento que le aqueja, el Madrid no tuvo hasta el segundo tiempo el gramo de locura que necesitaba en este partido crucial para su futuro en la Copa de Europa. Al Madrid le ha dado por practicar un fútbol melancólico, resignado, tan pastoso que los rivales le ven de lejos. El raca raca con la pelota no tiene nada que ver con el toque (que en el final siempre busca la sorpresa), sino con una actitud funcionarial y tristona. La pelota va, ojerosa, de pie en pie, repasada hasta el agotamiento por los defensas. Desde ahí se intenta progresar a golpe de pase, como si eso fuera posible en estos días. Para batir a una defensa, y más a una defensa por amontonamiento, es necesario todo lo que no hace ahora el Madrid: el regate, la pared fulminante, la mezcla del juego, la irrupción inexperada, la excitación que transforma lo correcto en amenazante. Nada de esto le pertenece ahora al Madrid, un equipo desconfiado, dominado por una crisis existencial que nos muestra el reverso del grupo de iluminados que conquistó la Liga por convicción, voluntad, alegría y juego.
Las causas del progresivo empequeñecimiento del Madrid son de todo orden y quedaron expuestas frente al Grasshoppers, un equipo sin pasado y sin futuro. Los suizos se defendieron con todas las consecuencias y explotaron las deficiencias madridistas, que fueron innumerables. Al factor anímico que ataca a la vitalidad del juego y a los jugadores se añaden aspectos futbolísticos muy concretos. El peor de los problemas está en la falta de talento global. Ahora que ha sobrevenido una crisis general de identidad, se observa el perfil verdadero de los futbolistas. Desenchufados de la obsesión eléctrica que movía su juego, Amavisca o Luis Enrique han bajado varios peldaños en la escala de méritos. Rincón es, definitivamente, un problema de otra clase. Sabe jugar al fútbol, pero le interesa muy poco. Por ahora es un tipo muy indolente, ajeno a todo lo que sucede a su alrededor, sin ninguna capacidad para el compromiso. Frente al Grasshoppers se desacreditó de tal manera que resulta difícil pensar en su recuperación para cualquier causa.
Sin desborde por las bandas, con un delantero como Zamorano, que vuelve a jugar con el palo de madera, el Madrid sólo tenía una posibilidad verdadera para limpiar a un rival en un regate e inventar algo: Laudrup. Es decir, sólo había un jugador con habilidad para crear en el mano a mano, para desequilibrar y confundir a una defensa extraordinariamente densa. Aunque tiene algunos deficit -ha perdido velocidad, tiene una tendencia irreprimible a cobrar pases de gran dificultad y luce sus artes demasiado lejos del área-, Laudrup aparece como la única solución para desbloquear el macilento juego de su equipo. Por eso resultó muy explícito el gol del Madrid, producto de una pared de Laudrup, y un regate, esta vez en el área, donde más le necesitaba su equipo en la angustiosa segunda parte. En esa jugada, Laudrup mostró el camino, pero también puso de manifiesto la dependencia que tenía el Madrid de las soluciones del jugador danés. Al menos en esta hora de confusión y melancolía.
El muestrario de la primera parte fue tan decepcionante que quedó muy expuesta la posibilidad de un desastre madridista. Sin carácter y sin recursos, al Madrid sólo le quedaba la posibilidad de cambiar de onda en la segunda parte, de sentir la llamada de la sangre y apostar por un partido desgarrado: lo más parecido a la heroica que se pudiera. Ese fue el discurso en la segunda parte, un fútbol más urgente e intempestivo, capaz de quebrar la confianza del Grasshoppers, que había salido del primer tiempo sin un rasguño.
La inversión de los valores dio resultado. Nunca pareció el Madrid un equipo de altura, pero en las circunstancias actuales le resulta más importante encontrar alguna terapia que le ayude a pasar los malos tiempos. El vehículo que le condujo a la victoria fue el carácter o la voluntad para no resignarse a la pesadumbre que había invadido el juego en el primer tiempo. La entrada de Michel por Rincón también ayudó a mejorar el paisaje. Michel se convirtió de inmediato en un referente en el juego del Madrid, algo que no había sucedido con Rincón, que había circulado como un ovni por el encuentro. Entre unas cosas y otras -el esfuerzo combatitivo, la disposición para colocar con más rapidez la pelota en el área del Grasshoppers, el peso de Michel en la derecha y la decisión de Laudrup para buscar la jugada del primer gol-, el Madrid salvó los papeles en un partido que amenazó tormenta hasta el final.
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