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Tribuna
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Cajas de naranjas

Ya me siento cerca de mi casa, Valencia, y me he estado acordando de mi infancia. También me lo ha recordado el mecánico Carlos. Vivo en una zona de naranjos y tendría 10 o 12 años cuando el Reynolds se alojaba cerca de mi pueblo cuando bajaba a disputar el Gran Premio de Náquera o el Camp de Monverdre. Entonces me cogía mi padre e íbamos a verlos, a los famosos, y les llevábamos una caja de naranjas. El otro día me lo decía Carlos, que yo era un mocoso con un culotte enorme y un maillot a franjas que me quedaba horas ensimismado viéndole preparar las bicicletas. Para mí era todo un mundo ya él le da un poco de nostalgia. "Y pensar que ahora estás con nosotros corriendo", me dice. También mi padre, que es mecánico, les ayudaba cuando tenían alguna avería e los coches.La etapa de Murcia me ha dado para pensar en esas cosas. Sobre todo al final: viento de culo y cuesta abajo; iba divino a rebufo. Al principio fue diferente. En el kilómetro cero ya empezaron a arrancar los castelIblanch. Fueron los primeros en mover el cotarro. Hubo después más intentos, pero ninguno generó en corte. Ya el ONCE empezó a poner un ritmo fuertecillo y hasta nos metieron de vez en cuando por cuneta, pero en un repecho saltaron los cinco que terminaron y se fueron. Ya hecho el corte, nos tuvieron más calmaditos a todos.

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Entre el exceso y la rutina

La verdad es que el terreno favorecía la escapada. Este tipo de etapas se nos hacen aburridas en parte, pero, por otro lado, vienen bien para recuperar fuerzas. En realidad se nos hacen muy pesadas, y eso que teníamos el viento a favor. En estos días en que vas relajado se suelen producir caídas, pero no las hubo por la velocidad que llevábamos. Las caídas se dan más cuando vamos despacio.

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