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Ardiente procesión

El fuego y un millar de fieles acompañaron a la Virgen de Los Santos de la Humosa

¿Fuego bendito? Sí pero con cuidado. El alcalde de los Santos de Humosa, Daniel Meco, pidió hace unos días a sus vecinos que respetasen los cortafuegos, no quemasen los espartales donde anidan las perdices y se abstuviesen de prender hogueras entre olivos y almendros. Todo con el fin de evitar catástrofes incendiarias y mantener la ya centenaria tradición de subir desde el río Henares a su patrona, la Virgen de la Hunosa, entre una cortina de humo y el lustre del fuego. Así las cosas, este año el millar de personas que acompañó a la virgen en la procesión cumplió las recomendaciones al pie de la letra.Cuentan los mayores del lugar que hace siglos unos pastores descubrieron asombrados una columna de humo que brotaba del suelo junto al río Henares, y que al excavar encontraron una talla de la virgen que decidieron llamar de la Humosa, por su modo de anunciarse.

Hoy la virgen reside en el pueblo, seis kilómetros de cerros más arriba, en la iglesia de San Pedro Apóstol. Baja a la ermita por San Isidro, pasa allí el verano y el último domingo de agosto los fieles vuelven a subirla empujando por la carretera en cuesta los más de mil kilos de su carroza y prendiendo hogueras a su paso.

Eladio López tiene 60 años, es uno de los 300 miembros de la Hermandad de la Virgen, y empuja su carroza desde hace 35 agostos. Hizo una promesa cuando enfermó su madre y afirma que seguirá arrimando el hombro hasta que se muera o le falten las fuerzas. "Ahora es más fácil, porque la carroza lleva ruedas, antes se subía en andas", explica López.

Alrededor del paso hay dos anocheceres de agosto. El de los feligreses y los penitentes descalzos, que suben movidos por la devoción hablando de la belleza de su patrona y los años en que el fuego les cortaba el paso o cantándole salves; y el de los niños, para, los que es una fiesta. Los chavales disfrutan corriendo entre las rastrojos con gavillas secas que utilizan de antorchas para prender las 300 alpacas que ha distribuido el Ayuntamiento.

A unos pocos les acompañan sus padres, deseosos de rememorar su infancia. Susana Gales ha venido desde Alcalá de Henares con su hija Claudia, de cinco años, para compartir con ella Ia añoranza de los veranos de su niñez: "Disfrutaba mucho, era divertido, porque era algo prohibido los demás días del año. Ese día los mayores se animaban y sonreían al verte", recuerda Susana. Su hija le tira con insistencia del brazo, "vamos a quemar algo", y antes de perderse en el humo replica: "Le he dicho que el resto del año no puede hacerlo".

A medianoche, sólo queda en los cerros el olor a humo y los dos camiones de bomberos del parque de Alcalá que vigilan por si queda algún rescoldo.

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