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Los crímenes jalonan las últimas acciones 'skins-heads'

La violencia rapada ya no se contenta con dar brincos en las discotecas. Lo que a principios de los ochenta se desparramó por España como un fenómeno estético-musical ha cosechado en esta década un negro fruto, cada vez más próximo a sus raíces racistas, xenófobas y nazis. Una escalofriante tendencia que los violentos han sembrado de cruces. Barcelona, 6 de octubre de 1991: Sonia, un travestido de 45 años, muere a golpes de puntera en un parque. Majadahonda, 23 de noviembre de 1992: un marroquí fallece molido a palos. Castellón, 11 de abril de 1993 : un antirracista cae muerto de una puñalada en el pecho. Alcorcón, 21 de mayo de 1995: un joven pierde la vida por una mala mirada. Barcelona, 25 de julio de 1995: apuñalan hasta la muerte a un guardia civil. Todos los crímenes fueron obra de rapados. Un peligro rampante -en Madrid da lugar a un ataque cada dos días-, que combina el cultivo de la paliza al extranjero, el amedrentamiento al libertario y la cuchillada trapera al homosexual con acciones propias de la delincuencia tradicional, como el tráfico de drogas (Barcelona, enero de 1994).Este rostro salvaje, que parecía no mirar más allá de su barrio, ha demostrado, ahora con el opúsculo de Cirrosis un desarrollo suficiente como para contar con una red propia en España, compartir información y perseguir a los mismos con los mismos métodos violentos. En este sentido, organizados en bandas de no más de 10 jóvenes, cada día se acercan a las cotas de sus terribles homólogos extranjeros -en EE UU dos hermanos rapados de 15 y 17 años mataron en marzo a sus padres y a un hermano menor-. Este acercamiento a la violencia skin que sufren otros países se ha acelerado últimamente en la rampa del futuro: la red informática mundial Internet. A través de ella han empezado a intercambiar saludos, consignas e información. El caos que por definición reina en la Internet hace imposible determinar con exactitud cuantos de éstos grupos se esconden tras el módem. La capacidad de interacción, totalmente democrática y anónima que proporciona el modem, ha hecho del ciberespacio el lugar idóneo para la distribución de ideas panfletarias, planes de ataque e instrucciones para elaborar explosivos.

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