JUICIO SALOMÓNICO
Dicen que el físico y las diferencias de edad no tienen nada que ver con el amor, pero es difícil, por no decir absurdo, tratar de interpretar con objetividad el caso de la modelo Anna Nicole Smith, de 27 años, y su recién fallecido esposo, de 90. Ya había sido suficientemente difícil presenciar un matrimonio, el año pasado, al que el novio, el millonario J. Howard Marshall, asistió sobre una silla de ruedas. Pero ahora, con la muerte de este magnate del petróleo a causa de una neumonía, la cosa se convierte en material para una película de Berlanga. Anna Nicole, cuyo busto desmedido le valió el título de chica del año Playboy en 1993, acaba de llevar a juicio una disputa con la familia de Marshall sobre a quién correspondía el derecho de enterrarle. El salomónico veredicto: quemar el cadáver y repartir las cenizas en dos jarras, una para la familia y otra para la modelo. Los intentos de la familia de Marshall por librarse de esta indeseada heredera no han concluido todavía: no se sabe adónde irán a parar los de 500 millones de dólares (60.000 millones de pesetas) que el fallecido deja tras de sí.-
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