La 'catedral de bakalao' bajo el cerco policial
El Ayuntamiento de Madrid tensó el músculo y la catedral del bakalao se envainó su desafío de abrir pese a la orden de clausura. Fue ayer, ajas seis de la mañana. Pero Ja decisión de dar marcha atrás se fraguó un día antes, cuando, ante la firmeza del alcalde en funciones, José Ignacio Echeverría, ' los propietarios de Attica y la tabaquería Pancho Villa -ambas en el mismo edificio- le anunciaron por teléfono su claudica ción. Un anuncio del que Echeverría no se fió: "No tengo por qué hacerlo". El resultado fue que ayer los accesos de la discoteca rebelde amanecieron cortados -incluido el de la N-II y el del puente de San Femando- y unos 40 agentes armados -entre municipales, nacionales y guardias civiles- sustituyeron a los bakaladeros. En los aledaños de la polémica discoteca sólo brillaban las sirenas y un madrugador José Ignacio Echeverría. El hombre, rodeado de una cohorte policial, dirigía el operativo. Había ganado el primer asalto contra un local que se levanta en terreno no urbanizable, que carece de licencia de actividad como sala de fiesta y que incumple las medidas de seguridad.El segundo se librará el miércoles a las once de la mañana, pero en un ámbito bien distinto. Será en el propio Ayuntamiento de Madrid. Allí recibirá Echeverría a los dos dueños de la discoteca. "Entonces, como cualquier otro ciudadano, que me expliquen su tesis", señaló ayer el alcalde en funciones, aunque no sin antes adelantar que no está dispuesto a desviarse de la vía ordinaria de resolución de conflictos: "A finales de septiembre, los técnicos adoptarán una decisión: legalizar o demoler. Será lo que diga la ley".
A escasos metros, Alejandro Conde, uno de los dueños de Attica, repitió, su opinión: "Yo podría haber abierto hoy, pero no he querido porque Echeverría nos ha ofrecido una entrevista. Pero si el miércoles marean la perdiz, tomaré una decisión, y no descartó reabrir. De todos modos, este despliegue me parece desmedido".
Al despuntar el alba, la policía retiró el cerco de Attica y se retiró. Entonces, algún que otro bakaladeró despistado, que se encontró con el edificio cerrado, puso en marcha su equipo de música y bailó.
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