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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Guerra y negociación

LA OFENSIVA del Ejército de Croacia en Krajina ha producido nuevos espasmos de horror: muerte, destrucción y éxodo de refugiados civiles. Pero, a diferencia de episodios bélicos anteriores, éste ha tenido él efecto de aclarar el mapa y dar que pensar que alguna solución política para la guerra no esté ya tan lejana.La pasividad de Belgrado, el escaso ánimo combativo de las tropas serbias en la región, la aparente renuncia de Croacia a tratar de reconquistar Eslavonia oriental territorio croata que ocupan las fuerzas serbias locales y, sobre todo, la publicación de un plan que el presidente croata, Franjo Tudjman, que esbozó parece hace unos meses hacen pensar que puede haber un acuerdo entre la nueva Yugoslavia de Slobodan Milosevic y la igual de nueva Croacia para no enzarzarse en una guerra general y, lo más grave, repartirse Bosnia.

En la guerra por este territorio hay hasta ahora dos bandos: los serbobosnios, que dominan por las armas un 70% del país, y una precaria alianza de croatas y bosnios, sobre todo musulmanes. Cualquier acuerdo entre Tudjman y Milosevic parece que debería hacerse a costa de éstos últimos. Y, por muy anhelada que sea la paz, constituiría una burla sangrienta de la misión humanitaria, y política de la ONU que aquélla se comprara con semejante injusticia.

Existen, con todo, otras posibilidades más o menos compatibles con un acuerdo entre Serbia y Croacia. En la actualidad, los territorios croata y musulmán en Bosnia se hallan unidos en una teórica federación, que apoyan, sobre todo, Estados Unidos y Alemania. Esa federación, hasta ahora sin organismos efectivos comunes, se ha apuntado que podría confederarse con el vecino Estado croata. Si entonces una parte del territorio, en términos aceptables para los musulmanes, le fuera reconocida a éstos dentro de un esquema federativo, la situación sería de otra naturaleza. Todo lo que no fuera, sin embargo, el reconocimiento no ya de los derechos políticos de los musuImanes, sino el respeto de sus aspiraciones a una entidad política propia, resultaría una canallada.Un regreso serio a la mesa de negociación pondría de nuevo sobre el tapete un reparto efectivo del territorio, cualesquiera que fuesen los acuerdos supranacionales entre las comunidades de Bosnia. Los serbios deberían entonces contentarse con menos de la mitad larga del país que reclaman y Croacia tendría que respetar la territorialidad musulmana. Esa reanudación de las negociaciones daría, por otra parte, a Rusia un protagonismo especial tras la convocatoria de los dos grandes contendientes que ha hecho el presidente Yeltsin en Moscú, a la que Milosevic y Tudjman parecen dispuestos a asistir, aunque este último plantea la conveniencia de que también esté presente el presidente de Bosnia.Todo ello está aún muy lejos de perfilarse claramente, y el riesgo de que nadie quiera ceder nada resulta tan obvio que una guerra general, yugoslava es todavía una amenaza cierta. La comunidad internacional, en todo caso, que tiene armas y medios, en los Balcanes para contar en lo militar, ha de estar dispuesta a respaldar una intervención armada, no ya para dar la victoria a uno u otro bando, sino para preservar la seguridad de los civiles en las zonas protegidas por la ONU que aún subsisten, tras la reciente conquista serbobosnia de Srebrenica y Zepa.

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Una solución política del conflicto haría de Milosevic, por último, un factor esencial en la pacificación del territorio y, seguramente, condenaría ala desaparición política a Radovan Karadzic, el líder ultra del os serbobosnios, cuando tanto uno como otro ostentan una gravísima responsabilidad en las múItiples y reiteradas atrocidades cometidas por sus bandos respectivos. El que el presidente serbio se salvara de la quema, mientras caía Karadzic, ayudaría a entender la aparente mansedumbre del líder de Belgrado ante la reciente victoria de las armas croatas.

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