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¿Ha acabado la guerra de Chechenia?

¿La guerra de Chechenia llegó realmente a su fin el pasado domingo 30 de julio? Aquel día, los beligerantes rusos y chechenos firmaron un acuerdo sobre el cese definitivo de las hostilidades bajo los auspicios de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa. Pero no se trata de un tratado de paz, ya que en un mes de negociaciones no ha sido posible llegar a un acuerdo sobre el problema de fondo: el status de la república chechena. La noticia del acuerdo militar de Grozni ha sido, sin embargo, bien acogida tanto en el Cáucaso como en Moscú. Consagra un estado que se mantiene en Chechenia desde hace más de un mes y que se parece a lo que los franceses llamaban la dróle de guerre en 1939-40. Todo empezó el 20 de junio, al día siguiente de la toma de rehenes en Budenovsk, cuando el primer ministro ruso, Víktor Chernomirdin, para salvar vidas humanas, otorgó un salvoconducto a Chamil Basaev y a su destacamento y, de paso, proclamó un alto el fuego en Chechenia. Esta audacia del primer ministro ruso demuestra por sí sola que, a partir de ese momento, el balancín político en el Krem1in se inclinaba del lado de los adversarios de la aventura chechena. Una reorganización ministerial la víspera del debate del 1 de julio en la Duma confirmó claramente esta impresión: se destituyó a cuatro halcones del círculo de Borís Yeltsin, incluido el irtinistro del Interior Víktor Erín, el unico ministro condecorado en octubre de 1993 con la orden de Héroe de Rusia. Otra señal clara: Chernomirdin podía enviar a Grozni a negociar con los chechenos a Arkadi Volski, gran especialista en situaciones extraordinarias, pero que nunca ha sido partidario de Yeltsin y que había criticado la invasión de Chechenia.En Chechenia, tras esta avalancha de noticias sorprendentes, la gente empezó a salir de los refugios o de sus casas para manifestarse bailando en favor de la paz. Las primeras que se aventuraron fueron las mujeres con sus niños, muchas veces bajo las mismísimas narices de los soldados rusos; las más atrevidas incluso llevaban retratos de Dzhojar Dudáiev, presidente oficial de Chechenia, considerado por Moscú como el enemigo número uno. La televisión rusa, muy aficionada a los espectáculos folclóricos, emitió sin cortes las imágenes de estas mujeres bailando. Poco después, los hombres -incluso los que estaban en condiciones de llevar armas- se unieron a es tas manifestaciones, pues las danzas chechenas se bailan en pareja. Esto tampoco pareció molestar al Ejército de ocupa ción ruso, que hasta entonces ha bía calificado de "terroristas" a todos los jóvenes chechenos.

A principios de julio, según los reportajes de la prensa rusa, en Grozni y en las demás ciudades ocupadas, los combatientes de los dos bandos se codeaban en las tiendas, comparaban armas y jugaban al billar en los escasos cafés abiertos. Chechenia no es Afganistán: todo el mundo habla ruso y acepta un vaso de vodka. La frontera entre los territorios ocupados y los que están bajo el control de los seguidores de Dudáiev comenzó a desdibujarse. En la misma Grozni, una noche sí y otra no, se producían intercambios de fuego, sin que fuera posible averiguar si se trataba de ataques bajo la orden de un mando o ajustes de cuentas por una partida de billar o de cartas. En la mesa de negociaciones, los rusos denunciaron 20 violaciones del alto el fuego, mientras que los chechenos, para no ser menos, denunciaron 22. El 7 de julio, el asesinato de una familia chechena en Grozni, incluidos dos niños, desató las pasiones. Una imponente manifestación exigió la retirada inmediata de las tropas rusas y el castigo de los criminales de guerra. Para tranquilizar a las masas, el jefe de la Administración provisional, Salambec Jadiev, nombrado por Moscú, exigió también la marcha de los rusos, alegando que habían reclutado en su Ejército al menos a 2.000 psicópatas y reincidentes de delitos comunes. Tras la reanudación de las negociaciones, los representantes de Moscú no respondieron a estas lindezas para no perder a sus últimos aliados y porque ellos también consideraban que el Ejército ruso no podía permanecer en Chechenia.

Para Arkadi Volski, un político adversario de la guerra que en diciembre solicitará los votos del electorado ruso, el único problema que queda por resolver es cómo marcharse de Chechenia sin perder prestigio. Todos los sondeos de opinión revelan que los rusos no tienen cariño a los chechenos, pero no quieren hundirse en una guerra interminable en el Cáucaso. Sin embargo, aunque hayan infligido pérdidas terribles a la población civil (25.000 muertos) y transformado Grozni en un montón de ruinas, el Ejército ruso no ha conseguido destruir las fuerzas vivas de la resistencia chechena. "Arreglemos nuestros desacuerdos con ayuda de los votos" es lo que Volski fue a decirle a Dudáiev en algún lugar de la montaña. "Reconozcan primero la soberanía y la independencia de Chechenia", contestó el ex general del Ejército soviético, que aunque no teme a las lecciones no puede ceder en un principio por el cual su país ha hecho inmensos sacrificios.

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Hubo un segundo punto en el que este diálogo en la cumbre fracasó. Al conceder el salvoconducto a Chamil Basaev en Budenovsk, Víktor Chernomirdin hizo una promesa solemne a los rusos. "Se arrestará y castigará-conforme a la ley a los que hayan capturado rehenes". En junio ganó popularidad salvando vidas humanas, pero se arriesga a perderla si en el momento de las elecciones, en cinco meses, Basaev, libre, sigue siendo considerado un héroe nacional en Chechenia. Y sobre la detención de Basaev, la respuesta de Dudáiev ha sido niet.

¿Demostraron los demás líderes, empezando por Aslan Masjadov, jefe del Estado Mayor de las fuerzas chechenas, ser más flexibles al aceptar que en las negociaciones se separaran los temas militares y políticos y al prometer en el comunicado final que "participarían en la búsqueda de Chamil Basaev"? Todo hace creer que se trata más bien de un reparto de papeles. Los militares han conseguido que Rusia retire en las próximas semanas a 30.000 soldados y sólo tenga sobre el terreno dos brigadas de 3.000 hombres, lejos de Grozni y confinadas en los cuarteles. Si bien es cierto que los chechenos también entregarán las armas, como se trata de una guerrilla, podrán esconder la mayoría de ellas. A Dudáiev esto no le parece suficiente y despotrica contra el acuerdo de Grozni. Es su papel. Debe reforzar a los suyos en la negociación sobre las elecciones, que será dura. Rusia hará lo imposible por impedir un cataclismo independentista durante el escrutinio de noviembre. Pero no está claro cuáles son los triunfos que tiene en la mano si los chechenos no votan al amparo de sus tanques y cañones.

K. S. Karol es experto francés en cuestiones del Este de Europa.

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