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Arre, toro

Un niño de 13 años sorprende en Colmenarejo montando un toro bravo

Plaza portátil de Colmenarejo. Media entrada. Retraso de media hora por una tormenta de verano. El sexto de la tarde, un toro domado que atiende por Gorrión, fue el favorito, y su jinete, Juan Miguel Sánchez, de 13 años mereció la ovación más cerrada.No hubo pitos, aunque el toro llevaba los cuernos afeitados. No se repartieron orejas ni rabo. ¡Faltaría más! Gorrión, un toro negro de tres años- y casi 400 kilos, se tiene ya ganada una tranquila jubilación pastando en la finca de El Cartujano (Fuengirola, Málaga).

"Este muere con, nosotros", sentenció El Cartujano, Salvador Sánchez, fuera del coso, que lo' compro con un año para domarlo y añadirlo a su espectáculo de caballos andaluces. Le. gusta "conseguir cosas que no estén vistas".

El astado, cuyos apellidos son Villamartos Miguelín, no se dejó domar fácilmente. El Cartujano tardó un mes en ganarse su confianza "a base de caricias", para que se dejase atar.

"El problema de los toros bravos es que no aceptan comida como premio y cuanto más los castigas, más atacan", asevera.

Su hijo Juan Miguel, el benjamín de una familia de tres hermanos, donde la madre es la única que no monta ni sale. de gira, asegura que no se cayó del toro más de tres veces en los entrenamientos. Eso sí, con pateo, cornada y revolcón incluidos. "Fue fácil, aprendí a montar a caballo al poco de nacer. Lo único es que la piel del toro se mueve mucho y resbala más", sentencia.

Ayer en Colmenarejo, tras. la tormenta y los cinco números de caballos andaluces en los que Juan Miguel trabaja de jinete tradicional, se anunció el toro domado. Los peones acercaron su caravana a la puerta del coso, el niño subió al remolque y ató al toro. Lo sacó de está guisa al coso, no sin advertir antes al público que, se quitase de su camino y entre él y su padre le enfundaron los cuernos, para que no le hiriese en las piernas al volver la testuz. Luego le pusieron la silla. El benjamín montó, tomó las riendas y se dio una vuelta al trote.

Ya se había quedado con el público, que comentaba: "Lo nunca visto, con los fieros que son", "Parece un cordero, pero yo no me pondría delante". Entonces salió el padre a rejonear. Citó al bicho y el toro contestó siguiéndole con el chaval a cuestas. Embistió tímidamente, pero se paró en seco cuando El Cartujano levantó la mano.

Juan Miguel y su padre desmontaron y el cabeza de familia trató de torear al manso. Pero el animal estaba cansado de tanta gira. Lleva ya dos años de plaza en plaza y no entró al capote. Salvador Io dejó estar y dio por concluido el espectáculo. Gustó, pero el número del toro supo a poco.

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