Manolo Sáiz: "La carrera está abierta"
Mientras la explosión de Induráin surgió sobre la marcha, como el día de Lieja, la otra hazaña de ayer, la de un Zülle que cubrió 100 kilómetros escapado para llegar en solitario a La Plagne, fue fruto de la planificación. Nada se deja al azar en el ONCE. Gracias a ello, el equipo dirigido por Manolo Sáiz ha salido del último tríptico como el otro triunfador del Tour. Dos victorias de etapa y una gran actuación colectiva en la contra rreloj por equipos han dado como saldo la segunda plaza en la general para el suizo. La estrategia se fraguó en el hotel."Éramos cinco del ONCE los que teníamos libertad para atacar", dijo un Zülle que ayer logró su segunda victoria en una etapa de montaña. "Mauri y yo fuimos los más fuertes y yo logré distanciarme".
La estrategia estaba planificada, pero la táctica cambié durante la etapa. "Los Festina se precipitaron. Quisieron poner un ritmo fuerte en el puerto de segunda para que Virenque sumara en la montaña y lo pagaron luego, pero su error nos vino bien", afirmó Sáiz. "Enseguida nos dimos cuenta que el Banesto no andaba bien, que alguno de sus corredores no funcionaba y que iba a tener dificultades para controlar la etapa. Entonces le dije a Breukink: 'Que empiecen los ataques en Les Saisies, el primer puerto de priniera". Así se escapó Zülle.
Sáiz, que no se separé de Zülle en ningún momento, sabía que éste iba a llegar. "Conozco a Zülle y las reacciones de su cuerpo al 1 001/>o. Desde el coche le he ido controlando las pulsaciones y le he ido diciendo cuándo forzar y cuándo levantar un poco el pie", explica el metódico Sáiz. Y también orgulloso: "Sólo Induráin le ha rebajado tiempo en la subida a La Plagne. Los demás, incluidos los escaladores como Pantani, Virenque y compañía, lo han perdido. Y eso que no habían estado escapados 100 kilómetros".
Sáiz no dio el Tour por perdido, a pesar de que también aseguró que su objetivo es "lograr meter a alguien entre los cinco primeros". Pero enseguida echó mano de su teoría de la apertura. "Sigo diciendo", subrayó, "que hay mucha gente ahí alrededor para hacer daño, y que ésto puede dar muchas vueltas. El Tour está abierto". Zülle matizó: "Está claro que Induráin es el jefe, pero nadie está libre de un mal día".
Mientras Rominger no se paró en la meta -se bebió un litro de líquido y se fue al hotel-, Berzin proclamó su mal. "Desde por la mañana no he sentido bien las piernas. Quizás me sentó mal el calor del día de traslado...".
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