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Berzin, cortina de humo

Promovido al rango de principal enemigo de Induráin, el ruso sólo exhibe incógnitas

Carlos Arribas

¿Cómo está Berzin? La pregunta que más circula en el pelotón es la misma que se hace el propio director del ruso, Emanuele Bombini. Todas las respuestas son un puro ejercicio de voluntad. Los indicios que ha dejado ver en el Tour nos hablan de dos Berzin: el que pierde 30 segundos frente a Induráin en el prólogo y el que arrasa al frente del Gewiss en la contrarreloj por equipos. Ninguno de los dos vale para mucho. La única certidumbre es que Berzin forma parte de la sombra de Induráin en estas primeras etapas.Y aun así, ya la prensa local le ha elevado al rango de mayor enemigo del navarro. Para q e haya una pelea se necesitan dos; la faena del torero se mide en función del toro que tenga delante. El Tour no se puede pasar con otro monólogo en navarro, así que si hacía falta un victorino, para allá va Berzin, agotadas, parece, las resonancias dramáticas que posibilitaría Rominger.

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Los observadores en el pelotón, o sea, los corredores de equipos rivales, hablan de un Berzin crispado y nervioso que sigue a Induráin a donde vaya, un síntoma que no significa nada malo ni nada bueno. Por ello no se sabe si está bien o mal; como mucho, que tiene miedo, que es su primer Tour y que no se maneja con facilidad por escenarios complicados. Su director dice que le gustaría saber si el Berzin del Tour es el mismo que el del Giro 94. Sus compañeros de equipo no abren la boca. La prensa italiana vende estos días que está perfectamente en forma y capacitado para ganar el Tour, lo que en realidad, es su único objetivo de la temporada, y que todo lo que ha pasado hasta ahora no es más que una cortina de humo.

Y Berzin está encantado con la niebla que le rodea y a cuyo espesor contribuye con denuedo. Lo mismo un día declara que el maillot amarillo está a su alcance, que al siguiente se manifiesta enfermo. Es la táctica del Maquiavelo eslavo en su ejercicio de soberbia: un día está a buenas con uno y al siguiente con otro, pero nunca con todos a la vez. Sólo consigo mismo.

Mañana es, en teoría, el día en que todo se debería aclarar. Todos los tenores van a tener una partitura en solitario para dejarse oír durante los 54 ondulados kilómetros que llevan de Huy a Seraing, en plenas Ardenas belgas. Allí, la pregunta se transformará. ¿Qué diferencia puede haber entre Miguel Induráin y Evgeni Berzin en esa contrarreloj?

La contrarreloj

Sabino Padilla, médico del Banesto, la cifra en algunos segundos a favor del corredor navarro. Siempre en la duda, siempre basándose en conjeturas, enfrentando al Berzin del año 1994 con el Induráin de 1995. Pero ¿qué Berzin saldrá? Bombini, el director del ciclista ruso, se lo pregunta, y sueña con un Berzin que en su mejor forma perdería sólo unos cuantos segundos con relación al monstruo navarro. Curiosamente, su deseo es que su pupilo ruso pierda exactamente 43 segundos en la contrarreloj dominical.

Bombini no quiere que Berzin sea líder tras la contrarreloj. Le gustaría que el maillot amarillo le cayera en las espaldas a Induráin. No se sabe si lo proclama con la boca pequeña, porque el director italiano, que no es un ingenuo, sabe que Induráin nunca ha perdido la túnica de líder después de cogerla en la primera contrarreloj larga.

Para explicarlo, Bombini se basa en la teoría de la pereza: mantener un liderato cuesta mucho trabajo. "Lo mejor sería", dice, "que Induráin saliera líder con una ventaja de unos 20 segundos sobre Berzin, que el Banesto adopte su formación defensiva y que trabaje. En esta batalla, la que se desencadenará en los Alpes y los Pirineos, irán mucho más descansados los francotiradores que el rey". Claro que para eso Berzin habrá debido descorrer el telón que le envuelve.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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