Paseo por la cola del pelotón
En los últimos lugares sólo se ve a ciclistas haciendo sus necesidades, a los caídos y a los enfermos.
"Chute", "chute", anuncia Radio Tour y comienza el rally de la cola del pelotón. Primero, en coche. Alvaro Pino acelera y culebrea, fuerza los frenos hasta echar humo, pero consigue colocar su Fiat Croma en el lugar más cercano a la caída. Ahí empieza la carrera de Isidro. El mecánico del Kelme ya iba con la puerta abierta cuando Pino imitaba a Carlos Sainz y cuando el coche está mínimamente parado sale a todo meter, a hacer un poco de Carl Lewis con dos ruedas en la mano, una delantera y una trasera. Y como él, entre coches y motos parados, atronar de bocinas, ambulancias zigzagueando para abrirse hueco, los mecánicos de los otros 20 equipos que corren el Tour. Una caída es un momento de alarma general. Nunca se sabe si el que ha, caído es uno de los tuyos. Las seis horas de un director a 40 por hora son 360 minutos de aprensión.Un kelme se cayó en la etapa de ayer, el colombiano Héctor Castaño. Su aparición, descolgado, sorprendió a Pino. El director gallego no se lo esperaba porque las tres veces que Isidro tuvo que sprintar por el aviso de caída volvió tranquilo con las dos ruedas enteras en la mano. Así que de repente se encuentra al dolido Castaño descolgado y pidiéndole árnica. "Tire para adelante", le dijo a su corredor, "que ahora puede enlazar". Era una mentira piadosa la de un Pino que, respetando costumbres, trata de usted a sus ciclistas colombianos. La caída de Castaño se produjo en el peor momento, a menos de 20 kilómetros para la meta, cuando ya el pelotón no tiene piedad de nadie. Pero ante la cara de impotencia del colombiano, Pino se apiadó. "Si quiere algo para curarse tiene que ir al coche del médico, que está ahí delante. Pero ahora espere a esos cuatro lampre que vienen detrás y únase a ellos". Y para cumplir del todo, Pino cogió la emisora y avisó al segundo coche del Kelme: "Juan, que Castaño se ha caído v se ha descolgado, no te separes de él hasta el final".
Viajando a cola del pelotón, en el coche de un equipo, sólo se ve a ciclistas haciendo sus necesidades en la cuneta, a gregarios que bajan a por agua, a los caídos y a los enfermos. Es un mundo duro el que no se ve por las pantallas. En la etapa de ayer, en la que los suyos poco tenían que rascar, Pino sólo temía una cosa, que Radio Tour dijera la palabra kelme. Aunque fuera por asuntos de rutina.
La primera vez que le mandaron aviso fue por Cubino. El bejarano había estrenado casco y bajaba a devolverlo. "Ten", se lo dio a su director y ex compañero, "que me aprieta mucho las sienes y no lo aguanto". Arreglado este asunto, un poco de calma, hasta que el coche de delante le hace señas a Pino de que avance. Y otra vez, un eslaon milagroso: tres coches a la vez por una carretera estrecha. En esta ocasión le llamaban Aguirre y Castaño, dos colombianos tímidos, que bajaban a devolver impermeables, que ya había dejado de llover, y de paso coleccionaron otro consejo. "Cuando quieran algo pónganse delante del coche rojo, que es el del director de la carrera, y levanten la mano, que ya me avisan a mí, pero no hagan el esfuerzo de bajar hasta aquí".
Son las principales visitas que reciben los directores, que luego se tienen que movilizar para que los que no han cogido su saco de comida en el avituallamiento lo obtengan y a la hora del agua, cuando a uno de un equipo se le ocurre levantar la mano para ello y como afectados por una epidemia todos los corredores se dan cuenta de que la necesitan. Es el momento del maremagnum.
Hasta tres kelmes se pusieron a cola del pelotón para partir enseguida con seis o siete bidones cada uno. Entre medias le dio tiempo a Cubino para otra visita. "Dame una de las rosas", le dijo a su director, "que tengo ardor de estómago". Y Pino saca de su mochila un frasquito rosa con pastillas y le tiende una. "A mí me pasaba", cuenta Pino. "Cuando se me mojaban los pies, al día siguiente ardor de estómago".
A las seis horas de haber montado en el coche -la duración casi de un vuelo transoceánico- sin haberse bajado en ningún momento, después de haber comido y leído el periódico sin soltar el volante, Pino llega a meta. Allí, el recuento y la marcha hacia un nuevo hotel. Al día siguiente, madrugar y de nuevo a la carretera. A dirigir a su equipo en otra etapa tensa a 200 metros de distancia. Y a rezar para que Radio Tour se olvide de la palabra Kelme.
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