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Sentadas las bases para la reforma del selecto club

Victoria Carvajal

El G-7 ha sentado las bases en Halifax para reformar las grandes instituciones internacionales que, creadas recién finalizada la II Guerra Mundial, no tienen los mecanismos para hacer frente a los retos de una economía globalizada. Muchos observadores consideran que esta reforma no debe afectar sólo al Fondo Monetario, Internacional y el Banco Mundial, si no que debería incluir también al propio Grupo de los Siete.Representante de menos de la mitad del producto interior bruto (PIB) mundial, el peso específico de este club en la economía global se está viendo alterado por el despertar de los dragones asiáticos y la pujanza de grandes países como China, India o Brasil. Rusia, que participa en las discusiones políticas del G-7 desde hace cuatro años, anhela desde entonces ser formalmente aceptado como el octavo miembro de esta organización.

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Los Siete, además, han demostrado en los últimos años su incapacidad para hacer frente a los grandes problemas de la economía. En las 21 cumbres celebradas desde su creación en 1975, sólo cuatro o cinco han resultado en una coordinación exitosa. Una de las últimas, la cumbre de Tokio de 1993, sirvió para dar un impulso definitivo a la aprobación de la Ronda Uruguay para la liberalización del comercio mundial. Por lo demás, las reuniones, que en su origen permitían una discusión informal entre los líderes, se han reducido al ritual de posar ante las cámaras.

Otro ejemplo de fracaso se refleja en la imposibilidad de llegar a un acuerdo entre Japón y Estados Unidos en su viejo enfrentamiento en el sector de automóviles, que sigue con oscuras perspectivas.

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