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Pena de 103 años a cuatro presos que decapitaron a otro recluso en Cádiz

La Sección Segunda de la Audiencia de Cádiz ha condenado a 103 años de prisión a cuatro reclusos de la prisión gaditana Puerto 1 por decapitar a otro preso durante un motín ocurrido el 11 de agosto de 1991. La sentencia incluye un delito de asesinato, cuatro de detención ilegal de otros tantos funcionarios de la prisión, daños y hurtos, todos con la agravante de reincidencia, ya que los cuatro reclusos habían sido condenados por múltiples delitos y están clasificados como muy peligrosos.El principal condenado es Julio Romero Amador, al que se le impone una pena de 44 años de cárcel como autor del asesinato y la posterior decapitación de su compañero de prisión, con el que mantenía una vieja relación de enemistad y al que no podía ver en el patio por no coincidir sus turnos, por lo que montó el motín.

Juan Antonio Hernández Hernández y Antonio Losa López han sido condenados cada uno de ellos a una pena de 25 años de cárcel por un homicidio en calidad de cómplices y por las detenciones de los funcionarios.

Al último condenado, Nicolás Sanchis Alberola, que está internado en el hospital penitenciario por su estado de salud irreversible, el tribunal le impone nueve años de cárcel por las detenciones, aunque la pena es menor que a los anteriores, al serle aplicada la atenuante de toxifrenia.

En la sentencia se precisa que el Estado es responsable civil subsidiario de la indemnización de tres millones de pesetas que le corresponde a la madre del fallecido, ya que, según se afirma, "algo falló en los mecanismos ordinarios de prevención" cuando se cacheó a los internos y no se localizaron los cuchillos y pinchos que portaban. El fallecido, Miguel Anguita, de 25 años y soltero, también estaba considerado muy peligroso y había sido condenado igualmente por numerosos delitos. Relato de los hechos

La sentencia relata que los condenados, ayudados por otros reclusos, montaron "una comedia" en el patio simulando la enfermedad de uno de ellos y lograron entrar en la cárcel, donde con ayuda de las armas blancas redujeron a los funcionarios.

Posteriormente, el principal acusado se hizo con unas llaves de las celdas y forzó otra puerta para acceder a la víctima, a la que apuñaló varias veces, aunque logró escapar a otra celda, donde fue rematado.

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Una vez que le cortó la cabeza, la mostró a los funcionarios y al director de la cárcel y se atribuyó toda la responsabilidad de lo sucedido, lo que sostuvo durante la vista oral.

Una vez culminado el asesinato, Julio Romero ordenó poner fin al motín. Durante los hechos, los amotinados utilizaron una barricada para protegerse. Periódicamente, sacaban a alguno de los funcinarios retenidos a los que mostraban a los responsables de la prisión mientras les amenazaban con cuchillos.

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