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La caza del enemigo invisible

A la mujer, de unos 30 años, puro hueso, apenas cubierta por una túnica, le tiemblan los labios, agrietados, violáceos y negros, como si hubiera estado mascando café molido. Resto de los vómitos que, además de la sangre, arrastran fragmentos de las paredes de la tráquea y del estómago, que han comenzado a desprenderse. El virus Ebola Zaire, el más letal de los conocidos, se ha apoderado de sus células y pronto sus órganos serán pasto de la licuefacción y la sangre empezará a manar por todos sus orificios. El Ebola es implacable, no tiene cura y mata a nueve de cada diez infectados. La mujer acaba de ser localizada por el equipo al mando del coronel Christophe Nsukami-Tzaki, que se encargará de trasladarla al pabellón número dos -el de los condenados- del hospital general de Kikwit, un poblacho de casi 400.000 almas.

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