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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nuevo panorama

EL SONDEO electoral realizado por Demoscopia para los lectores de EL PAÍS no hace sino reafirmar una tendencia que las urnas ya apuntaron en las elecciones europeas de hace un año. Si el escrutinio del próximo domingo confirma este pronóstico, el PP y el PSOE van a intercambiar prácticamente las posiciones de poder que tenían hasta ahora en las comunidades autónomas. Ésa es la diferencia esencial respecto de los comicios europeos. En términos de poder real, éstos eran poco más que una encuesta de opinión, mientras que en las elecciones del 28 de mayo se ponen en juego miles de alcaldías y cargos en los Gobiernos autónomos, que, según esta encuesta, pasarán a manos del PP después de haber permanecido en las del PSOE durante 12 años. Este vuelco no puede dejar de influir de forma determinante en la política general. La continuidad de la tendencia de voto entre las dos convocatorias electorales, por diferentes que sean los cargos a elegir, viene a subrayar una corriente de fondo que se ve escasamente alterada -salvo excepciones notables- por la personalidad de los candidatos. El PP parece haber consolidado una venta a de 10 puntos sobre el PSOE en términos electorales nacionales.

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De ahí que el partido conservador haya preferido jugar esta campaña electoral como si de unas generales se tratara, intentando personalizarlas al máximo en su líder, José María Aznar, y buscando la confrontación directa con Felipe González. De esta forma se ha configurado una campaña de contornos confusos, en la que, a la luz de las informaciones difundidas por los medios de comunicación, resulta difícil entender qué es lo que realmente se elige el próximo domingo.

El PP ha acabado enredándose en contradicciones sobre su proyecto fiscal, de las que ha tratado de salir con el anuncio de una inconcreta reforma laboral. El PSOE, por su parte, que quiso desde el principio evitar ese camino, seguramente porque no era el mejor para sus intereses, ha terminado por reducir su mensaje a un alegato general contra la derecha, desempolvando viejos textos con pretensiones descalificadoras para Aznar. De modo que en unas elecciones en las que se dirimen las alternativas más próximas a los problemas de los ciudadanos, éstos son llamados a votar más en clave de opción nacional que de comunidad y municipio.

Hace 12 años, en 1983, el PSOE tenía mayoría absoluta en el Parlamento, gobernaba en 13 de las 17 comunidades autónomas y era el partido más votado en 9 de las 10, mayores ciudades españolas. Ahora, el PSOE sólo será primer partido en Extremadura, y necesitará el apoyó de IU para seguir gobernando en Asturias y Castilla-La Mancha. Entre las principales urbes españolas, sólo en La Coruña conserva la primera plaza con holgura, y mantiene una situación de virtual empate en Barcelona, Sevilla y Gijón. Así pues, el cambio del escenario político es más profundo que el derivado de una mera oscilación de la opinión a mitad de la legislatura.

El ascenso de Izquierda Unida, aun siendo considerable en relación con las locales de hace cuatro años (del 8% al 13%), no basta para compensar los votos perdidos por el PSOE (del 38% al 28%), por lo que la relación global izquierda / derecha se modifica a favor de esta última. Dentro de la izquierda, la relación entre el PSOE e IU, que era de cuatro a uno desde 1989, sería ahora prácticamente de dos a uno: dos votos socialistas por cada voto de la coalición de Anguita. Todavía bastante lejos del proyecto de éste de reducir al PSIDE a la condición de pequeño partido bisagra entre una gran formación de derecha, el PP, y un gran partido de izquierda, el suyo.

Si la realidad confirma el pronóstico de Demoscopia, habrá fallado el de los socialistas que consideraron que el 30% obtenido en las europeas de 1994 era su suelo electoral: un mínimo garantizado aun en las peores circunstancias. Es cierto que con Roldán en fuga y la economía hundida, y en unas elecciones cuyo carácter invitaba al voto de castigo, la situación no podía ser más desfavorable. Pero ni la captura de Roldán ni la recuperación económica parecen haber sido argumentos suficientes para convencer a antiguos votantes socialistas que ya les dieron la espalda en 1994.

Con todo, el sondeo refleja que el PSOE conserva una implantación bastante uniforme en todo el territorio. Excepto en casos aislados como los ayuntamientos de Córdoba o Málaga y algunas comunidades como Canarias, el PSOE se mantiene al menos en una segunda posición tanto en las ciudades como en las autonomías. No puede hablarse, por tanto, de un derrumbe, comparable, por ejemplo, al de UCD en 1982, cuando pasó del 35% al 7%. En cualquier estrategia de recuperación del espacio de centro-izquierda, en el que sigue reconociéndose gran parte del electorado, el PSOE no partirá de cero, sino de una sólida posición como alternativa en los tres niveles de la Administración.

Pero la posición del PP también es ahora mucho más sólida que hace un año. No porque aumente su ventaja, que se mantiene en el nivel de las europeas, pero sí porque todos los indicadores dan positivo. Donde era la alternativa alcanza la primera posición; y donde ya gobernaba, o pasa a hacerlo por mayoría absoluta o, como mínimo, se desgasta menos que su oposición. El punto débil sigue siendo la ausencia de aliados potenciales, lo que le pondrá en dificultades en los municipios y en las comunidades en los que no alcance la mayoría absoluta. Algo que, por otra parte, parece a su alcance, en el ámbito nacional, extrapolando los resultados de ayuntamientos y comunidades.

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