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28 MAYO

Ministros en son de guerra

Un mitin de Serra es una conferencia leída con entonación de mitin. Belloch convierte sus notas escritas en una conferencia con tono de diálogo y destellos de mitin. Borrell cuaja un mitin con la solidez de una conferencia

San Sebastián. Sábado por la mañana. Gobierno y Partido Popular coinciden en el mismo hotel, en la misma planta, en el mismo pasillo. Narcís Serra va a dar una rueda de prensa en una pequeña y elegante sala. En la de al lado, jóvenes populares preparan una reunión de Nuevas Generaciones. La cohabitación no provoca, al menos aparentemente, la menor tensión.Un ertzaina de paisano pide a un periodista de radio, antes de que coloque su micrófono en la mesa donde se va a sentar el vicepresidente, que "por favor" ponga en marcha su magnetófono, y comprueba atentamente que funciona sin nada sospechoso. Da las gracias. El periodista, casi de la misma edad que el ertzaina, musita "joder". Tono de molestia, no exactamente de queja. Después, un escolta de Serra, trajeado, severo, echa una mirada por el ventanal. Cierra enérgicamente las cortinas. Y a continuación los visillos. Es una medida de seguridad que produce una sensación extraña. Aunque sea poca la luz que ha desaparecido. Porque el día es oscuro y lluvioso. El viento racheado lanza las gotas de lluvia como perdigones. Aunque ni eso ni el frío -ocho grados- arredra a tres hombres y una mujer que van en traje de baño por la playa de La Concha en dirección a las olas.

250 oyentes

Doscientas cincuenta personas se han acercado hasta la nueva Escuela de Arquitectura para escuchar al vicepresidente del Gobierno encorbatado, chaqueta azul y pantalón gris. Más que un mitin, va a ser una charla en familia. Más que un mitin, Serra lee un discurso con entonación mitinera. Pero a ratos eso no basta y a algunos oyentes se les extravía la mirada hacia el techo.

Serra arremete contra la locura de ETA. Si los empresarios son secuestrados, quién va a querer fundar empresas o invertir en Euskadi. Reprocha al PP, sin citarle, que rompa la cohesión de las fuerzas democráticas en la política antiterrorista, porque esa fractura da alas a los violentos. "¡Tantas veces hemos renunciado al protagonismo partidista para favorecer la unidad frente a los terroristas... !". Y pone a Odón Elorza, alcalde de San Sebastián, como ejemplo de coraje. Y como ejemplo de buena gestión, porque su tarjeta de visita, dice, son los miles de viviendas de protección oficial construidas, las facilidades para instalar cinco nuevas facultades...

En cambio, el PP -contrapone Serra- oculta su mala gestión donde gobierna, y suple la falta de ideas con carteles con la foto de Aznar como si se presentara a las elecciones. Cuando de lo que se trata es de elegir alcaldes y presidentes autonómicos. "Estamos asistiendo a un intento de dar gato por liebre". Tras el aplauso, el resumen del mensaje que quiere transmitir: lo que diferencia al PSOE del PP en estas elecciones es que los socialistas quieren los gobiernos municipales para favorecer la instalación de parques empresariales, la formación profesional y crear empleo.

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Suena la música de campaña. Los candidatos a varias alcaldías y a las Juntas Generales suben al escenario y lanzan rosas a los asistentes. Serra las entrega en mano, una a una.

Juan Alberto Belloch las lanza a puñados esa misma tarde en Zaragoza. Se ve que disfruta haciéndolo. Y prestándose al beso de las señoras. Y entablando conversación con los militantes, que pueden convertirse en simpatizantes. Y firmando autógrafos, aunque sea en el pasillo del WC de caballeros. Acaba de terminar su quinto mitin electoral. Ha logrado reunir a unas mil cien personas en el auditorio. Pero faltaban casi ochocientas para llenar el aforo.

Al llegar al atril ha colocado unas cuartillas que tenía dobladas, y que se deslizan. Que coloca de nuevo, y se deslizan. Que vuelve a colocar y se vuelven a deslizar. "No tengo mucha experiencia. He traído unas notas, que se me escurrían", confiesa en voz alta, con familiaridad. Porque ha empezado a tratar al público de usted, pero inmediatamente ha pasado a tratarle de tú. Deja ver que tiene ganas de torear, y con el mismísimo Aznar. "¡Ojalá hubiera ideas

[en el PP], incluso de política general, que se pudieran debatir en esta campaña!". Pero los populares, según él, van por la vida con la razón puesta a la espalda, y, en consecuencia, no pueden compartirla con nadie. De ahí los problemas de los populares para conseguir interlocutores. "Los socialdemócratas pensamos que nuestros valores son mejores, pero también pensamos que la mejor forma de encontrar la razón es buscándola entre todos".

"Somos", dice sumergiéndose e identificándose en un pasado del PSOE que él no ha protagonizado, "el proyecto político que ha construido el Estado del bienestar y, por tanto, quienes podemos mantenerlo". A partir de ahí arremete con tono despectivo contra el PP. Porque en algunos aspectos es "una opción peronista de extraña comprensión".

Cuando más le aplauden es cuando critica la corrupción. ¿Catarsis? Los socialistas aragoneses quieren sacudirse de encima el baldón de tantos escándalos, y el público que asiste al mitin parece necesitar un sacerdote que le redima de la vergüenza de los pecados cometidos por quienes les han deshonrado. Por eso suena la ovación cuando reconoce que ha sido un problema muy, muy grave haber tenido a corruptos en casa. Y suena de nuevo cuando arguye que "lo que ocurre" es que Roldán está en la cárcel. Y vuelve a sonar el, aplauso cuando enfatiza que será juzgado por todos los delitos que la justicia considere necesario. Él, proclama, va a seguir luchando contra la corrupción. Mientras que "al electorado del PP", generaliza, "lo de la corrupción le parece algo normal". Los populares, en cuestión de corrupción, son "sepulcros blanqueados".

Antes de acabar, Belloch hace una propuesta que implícitamente reconoce una quiebra de la mayoría que ha sostenido al PSOE: "En torno al PSOE y al sentido común hay que reconstruir una mayoría capaz de ilusionar a los españoles".

Donde acaba Belloch empieza Borrell. El ministro de Obras Públicas ha sacado del armario el pantalón de pana y se ha puesto un lazo azul en la cazadora de ante. Recorre a la carrera el tramo entre su silla de tijera en la plaza de los Fueros de Barakaldo y el atril donde le ha precedido el combativo Ramón Jáuregui. En la soleada mañana del domingo, Borrell pone perspectiva en la batalla política, y se esfuerza en imprimir vigor y vigencia a los valores que deben sobrevivir después de la batalla. Después, muy probablemente, de la derrota. Así que recuerda que hubo otros tiempos también difíciles, que fueron superados porque había detrás un partido, "un puño y una rosa que nadie debe esconder y que todos debemos blandir con orgullo".

Borrell traza didácticamente la diferencia entre la izquierda y la derecha: la izquierda cree que la salud, la vivienda, la educación, las pensiones, las carreteras son derechos; la derecha las trata como si fueran mercancías. "Yo no quiero dejar en manos del mercado la protección de la salud, ni tampoco las pensiones, porque la capitalización individual puede irse al garate por la inflación". Se opone al culto del individualismo y a una competencia que deriva en lucha de todos contra todos. "La competencia es una exigencia, pero no nuestra ideología".

Nacionalistas

Es escuchado atentamente, sin apenas ser interrumpido por los aplausos de unas mil personas que no llenan la plaza. La economía, les dice él, debe estar al servicio de la sociedad y no al revés. El trabajo, y no la moneda, deben estar en el corazón de la política económica. La idea de que los socialistas se deben ir porque ya han cumplido su papel puede tener réplica, les anima Borrell: a quien diga eso le podéis responder que el socialismo es más que la aplicación de una serie de recetas, "es la aplicación permanente de los principios de libertad e igualdad". La solidaridad es lo que está en la base de la izquierda. Es lo que le separa de los nacionalistas, que consideran primordial la identidad nacional.

Y dicho eso, junto con Jáuregui, Nicolás Redondo Terreros y Ramón Rubial, sube al barrio de Otxarkoaga, a la sede del PSOE a la que llegaron la noche anterior veinte jóvenes encapuchados, con martillos, con hachas, y después de amenazar con quemar a quienes estaban dentro si no se marchaban lanzaron un bidón con gasolina y prendieron fuego al local.

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