Los cañones de Higbury
El Arsenal, salpicado de escandalos, atraviesa una profunda crisis de Identidad
Más que un contraste de estilos, es un contraste de estados de ánimo. El Zaragoza y el Arsenal llegan a París desde dos direcciones opuestas. Los aragoneses enfervorecidos ante una final europea que ha tardado 31 años en llegar. Los londinenses con laureles más frescos pero en plena crisis de identidad y asediados por dudas sobre su futuro. Los cañoneros han pasado la campaña doméstica en terreno de nadie e incluso, mientras viajaban a Génova para luchar contra el Sampdoria en la semifinal, atormentados por fantasmas del primer descenso en 76 años de liga inglesa. Han ganado tan sólo 13 de los 41 partidos que han disputado. Han sido eliminados de la Copa y la Copa de la Liga y la Recopa es el único refugio donde ha podido eludir la mirada del tuerto. Sólo la victoria en París puede salvar una temporada perversa, marcada por un rosario de desgracias.Paul Merson abrió la veda. A cambio de un puñado de libras, confesó en las páginas de un diario su adicción a las drogas duras y al alcohol. Tras su rehabilitación, ha vuelto a alcanzar un rendimiento sorprendente.
Los colmillos de la prensa sensacionalista inglesa no se apartan de sus víctimas sin dejarlas desangradas. Una larga hilera de trapos sucios condujeron al despido de George Graham, el técnico escocés que había conseguido seis títulos en ocho temporadas. La liga inglesa probó con documentación que algunos dineros destinados a pagar traspasos de jugadores escandinavos salieron de las arcas del club y acabaron en las cuentas del entrenador.
El Arsenal, avalado por diez ligas y seis copas, es una entidad de solera. Los pasillos del estadio de Highbury emiten ese especial silencio, endémico. a las grandes instituciones. La caída de Graham fue estrepitosa. "Cada día," confiesa el goleador Ian Wright, "sospecho que se abrirá la puerta del vestuario y que volverá a entrar".
El ayudante de Graham, Stewart Houston, ha sido el encargado de recoger los escombros... hasta el final de la temporada. Quiere decir que la final de París podría ser su penúltimo partido en el banquillo de unos cañoneros que efectuarán su último disparo liguero en el campo del Chelsea para luego correr con escolta policial hasta el aeropuerto de Heathrow y emprender una gira de China. Al regreso, la directiva dará el veredicto.
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