Un equipos sin apodo
El Zaragoza actual tiene tres padres y ha sidoconstruido en tres años
A la versión actualizada del Zaragoza le falta algo. Para ser consecuentes con la tradición necesitaría de un apodo. El Zaragoza de los Cinco Magníficos (Canario, Santos Marcelino, Villa y Lapetra) cosechó una Copa de Ferias (ahora Copa de la UEFA) y dos Copas. El de los Zaraguayos (por los jugadores paraguayos del equipo, Ocampos, Diarte y Arrúa) llegó a ser subcampeón de Liga. Pero el Zaragoza actual no tiene denominación. Tiene palmarés (la Copa de 1994) y posibilidades de ganar pedigrí europeo si la fortuna le acompaña el próximo miércoles en París. Quizás dentro de algunos días, alguien encuentre la palabra exacta. Pero no lo tiene fácil. No hay una línea argumental: el Zaragoza carece de un número suficiente de jugadores autóctonos (Belsúe y San Juan), su plantilla tiene tres padres (Víctor Fernández, Víctor Muñoz y Avelino Chaves) y el equipo nace de una reconstrucción apresurada. En 1991, el Zaragoza debía 1.100 millones y jugaba la promoción con el Murcia. Pasado mañana jugará la final de la Recopa y ce rrará el ejercicio con 500 millones de superávit. Este equipo ha tenido un diseño muy peculiar, marcado por la necesidad: en tres años todo ha cambido. Este Zaragoza sin apodo nació de las cenizas del Zaragoza que jugó la promoción con el Murcia en 1991. Era por entonces un equipo ingobernable donde abundaban las camarillas (Chilavert y Juanito por un lado, Pardeza y Cedrún por el otro) y la insolidaridad. Para remate, en la tesorería los números marcaban en rojo: 1.100 millones de deuda, una cantidad equivalente al presupuesto de un año. La necesidad influyó en las decisiones y un técnico joven y sin experiencia en el fútbol, Víctor Fernández, terminó convirtiéndose en el arquitecto de la reconstrucción, acompañado de Avelino Chaves, un técnico de la casa, y temporalmente por Víctor Muñoz, un ex jugador dispuesto a hacer carrera en los despachos. La coincidencia entre estos tres personajes marca el ritmo de las incorporaciones. La división de responsabilidades quedó clara: Víctor Fernández puso la vista en el Madrid, Víctor Muñoz aprovechó su experiencia en Barcelona y Avelino Chaves su conocimiento del fútbol suramericano. La única condición era que los jugadores fuesen jóvenes, con capacidad de progresión y, ante todo, que nunca hubieran tenido problemas de vestuario. Víctor Fernández conocía el entorno del Real Madrid, equipo del que se reconoce aficionado, y optó por incorporar hombres descartados por el entonces dubitativo equipo de Mendoza. Su reflexión era tan sencilla como práctica: "La gente de Madrid se adapta muy bien a esta ciudad, el público también recibe de forma magnífica a los ex jugadores blancos y el espíritu que se inculca allí a los jugadores es inmejorable", ha repetido Víctor para justificar los fichajes. Solana, Aragón, Juanmi y Esnaider llegaron en los años 1991, 1992 y 1993, sumándose a Pardeza, el único superviviente junto a Cedrún de aquel polvorín de 1991. Víctor Muñoz, en su retorno a Zaragoza tras su paso por las filas del Barcelona y la Sampdoria, volcó su mirada hacia la capital catalana, un mercado que conocía bien. De allí vinieron Aguado, que jugaba en el Sabadell, el españolista Gay, el barcelonista Sergi y Nayim, que había coincidido con Víctor Muñoz en las filas del cuadro azulgrana. Y la tercera pata la puso Avelino Chaves, un hombre de la casa. Chaves volvió la mirada hacia el mercado sudamericano. Franco y Cáceres son fruto de su gestión. Y a la gestión se le sumó la fortuna, como fue el caso del desconocido Poyet. Así se ha hecho el Zaragoza: en tres años y con tres padres.
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