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Entrevista:

"Pocas veces me verán en actos como ése: los políticos están vacíos"

Después de ser la primera voz flamenca que se pudo escuchar en el Olimpia de París y de cantar en Nueva York en el día de las Nacionies Unidas, a José M nese sólo le faltaba tirarse de espontáneo al ruedo del Palacio de Maudes. La pasión entró así en el Dos de Mayo gracias a una saeta que se coló, porque sí, en la recepción que la Comunidad de Madrid ofrece en su día (véase EL PAÍS del día 3). "Y, con perdón, me quedó bordada", dice el artista. Menese canta gitano siendo payo, por la gracia de la madre que lo parió un 3 de diciembre de 1942, en Puebla de Cazalla, Sevilla. Hijo y hermano de zapateros, el oficio de José no fueron sus zapatos una vez que conoció a Mairena y a las hermanas Utrera; y, sobre todo, después de venirse pa Madrid, haciendo de paquete en la moto que guiaba su buen amigo Chumy Chúmez. Resulta curioso que en Sevilla, y ante Jesús del Gran Poder, en cierta ocasión, la emoción no dejó que Menese entonara una saeta.

Pregunta. ¿Le impresionan menos Joaquín Leguina, el presidente regional, y otros políticos?

Respuesta. Me da corte contestarle, pero delante del Gran Poder, Leguina, como cualquier otro político, es una alpargata rusa. Y no soy nada creyente en el sentido religioso.

P. ¿Quisiera ser gitano?

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R. Es que casi lo soy. Me siento gitano, canto gitano y sueno gitano. Defiendo esa raza a capa y espada. Yo canto gitano por la gracia de mi madre, no por la de Dios.

P. ¿Se resienten aún sus riñones del primer viaje Sevilla-Madrid en moto ?

R. Yo sólo tenía 19 años, las motos no me gustaban, ni me gustan nada, y para colmo, había que parar cada 20 kilómetros a limpiar las bujías. Tardamos un día entero en llegar, más que Colón en su viaje a América.

P. ¿Qué, impresión le causó Madrid?

R. La mejor. Madrid y Roma son dos ciudades que nada más verlas me han cautivado. Yo capto lo bueno inmediatamente. Por eso, a los políticos no les llamo señores hasta que no me demuestren que lo son.

P. Usted el martes rompió a cantar por Sancho Gracia y ante las señoras encargadas de los servicios de Maudes.

R. Éramos apenas una docena. Sancho es un buen amigo al que me dio mucha alegría encontrar. Me puse con las palmas, un poquito de compás, y así fue la cosa. Porque a mi, ir a esos sitios no me gusta nada. Y los políticos menos, interiormente están completamente vacíos, lo mismo en Madrid que en la Conchinchina.

P. Si no le gustan nada las celebraciones de este tipo, ¿qué hacía usted allí?

R. Pues, además de tomar una cervecita con un par de amigos, demostrar que sigo vivo. Pero de verdad, pocas veces me verán en actos como ése.

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