Genealogía del presente

Según se demuestra, por ejemplo, cada vez que la ciudadanía es convocada a las urnas, la presidencia del futuro suele adjudicarse a quien ofrece una mejor interpretación del pasado. En ese terreno es, por tanto, donde más se tensa, como estamos viendo, la confrontación. No hay sorpresa porque ya estábamos advertidos por Josep Fontana de que toda historia es una genealogía del presente, una justificación o impugnación de un orden organizativo y, al mismo tiempo, un proyecto social que se expresa como propuesta política. Por eso, estos días de tantos cincuentenarios liberadores son días propicios a la lectura de Jorge Semprún o de Primo Levi, adecuados para la reflexión tan actual sobre el paso de una acción militante a su perversión militarista, terrorista y, sobre todo, válidos para el cultivo del arte de la memoria que nos hace vulnerables, pero que debiera llevarnos, según Paul John Eakin, "no a la vida que hemos perdido, sino a la vida que todavía tenemos que vivir".En buena ley, el ajuste de cuentas con la memoria histórica debería afectar también a las instituciones y a los medios informativos, conforme sucede en otros países. Pero entre nosotros,. por necesidades del guión, la tendencia predominante ha sido la del maquillaje escénico y los edulcorantes, sobre todo por lo que se refiere al periodo histórico que va del 36 en adelante. Reconforta, sin embargo, que desde el Reino Unido llegue la noticia de que la BBC celebrará el 500 aniversario del final de la II Guerra Mundial emitiendo un documental autocrítico donde revela la censura que sufrieron sus informaciones en los años del conflicto. Por ejemplo, las referentes al desastre de Dieppe en agosto de 1942 o a los horrores silenciados de los campos de concentración.

Aquí los medios informativos, que exhiben orgullosamente la fecha casi centenaria de su fundación, debieron atravesar por tan graves vicisitudes "como un rayo de sol pasa por el cristal sin romperlo ni mancharlo", según la acreditada fórmula del Ripalda. Por lo visto, nada tienen que reprocharse. Parece que en España nadie echó su cuarto a espadas a favor de Hitler, al que Franco, por lo que cuentan sus mitificadores, potreó en Hendaya imprimiendo deliberada lentitud al convoy de la Renfe para- exasperar al teutón. con su tardanza. Apenas se recuerda que Manuel Aznar fue el ganador del premio Cavia en 1957 con un artículo titulado Responso por Benito Mussolini, publicado en Blanco y negro, y que Miguel Ángel Gozalo solía bromear sobre ciertas pasadas afinidades ajenas aseguran do haber oído de fuente fidedigna que cuando pregunta ban al Führer sobre la marcha de la guerra solía responder con matizado optimismo: "No tan bien como aseguraba el vespertino madrileño Informaciones".

En resumen, tendremos que repasar el álgebra del lenguaje, asunto al que dedicó. su. discurso de ingreso en la Academia Julio Rey Pastor. y aceptar con él que ver claro donde los demás no ven es lo que se llama genialidad. No es ése el sendero que ha tomado la polémica entre el PP y el PNV a propósito del diálogo con los terroristas. Xabier Arzalluz ha salido por sus fueros como siempre. Arzalluz encaja mal que le propinen lecciones. Parte del supuesto de que su electorado profesa una mitología que, incluye como , programa máximo el derecho de autodeterminación y el sueño de la independencia en una arcadia feliz, euskaldún, ecológica y reunificada a ambos lados de la frontera hispano-francesa.

Con el Gobierno de París aún no ha iniciado las conversaciones pero se presentan difíciles. Con los alaveses y con los navarros lo tiene muy cuesta arriba, y Vizcaya y Guipúzcoa son insuficientes y estarían por ver. Arzalluz admite que con la independencia en el bolsillo los terroristas dejarían a los del PNV reducidos a la condición de balseros y veríamos quién iba a poner las balsas y si habría balsas para todos. Conviviendo con los demás españoles, la suerte de los vascos, como se ha comprobado durante siglos, ha sido mucho más favorable. Arzalluz sabe que cualquier Gobierno, también el del PP si lo hubiera, contaría con ellos. ¡Qué buen ministro de Exteriores haría Arzalluz!