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La economía de guerra

Las consecuencias económicas de la división de la ex Yugoslavia y de la guerra son extremadamente dramáticas. El impacto acumulativo sobre la economía de la República Federal Yugoslava (Serbia y Montenegro) en los terrenos macroeconómico, estructural y social es verdaderamente catastrófico. Sin embargo, los índices cuantitativos son positivos (sic). El producto nacional bruto (PNB) de la República Federal Yugoslava en 1989 era de 24.600 millones de dólares o 2.148 dólares por, habitante. Fue el último año en que se observó un aumento, aunque débil. Los años siguientes, el PNB bajó de forma permanente. Los índices anuales de disminución del PNB fueron los siguientes: en 1990, -6,63%; en 1991, -8,20%; en 1992, -26,03%; en 1993, -30,63%. Se evalúa el PNB de 1993 en 9.500 millones de dólares, es decir, algo menos de 700 dólares por habitante: sólo representa el 40% de su valor de 1989, y el 30% de su valor per cápita -la diferencia entre estos porcentajes se debe a los movimientos de población, es decir, de refugiados, a la República Federal Yugoslava (RFY), así como a la disminución del 15% del PNB provoca da por. transferencias a los territorios de Bosnia-Herzegovina y Croacia bajo control serbio-. La producción industrial lleva bajando desde 1989: en 1990, la bajada fue del 14,89%; en 1991, del 16,00%; en 1992, del 21,31%; en 1993, del 37,37%. En 1993, la producción industrial era un 40% inferior a la de 1989, mientras que la producción funcionaba a un 25% de su capacidad.El país empezó 1994 con 750.000 personas en el paro y alrededor de un millón de personas con un empleo ficticio (están "de vacaciones pagadas"). A ello se añaden unos 500.000 refugiados registrados. Por tanto, hay unos 2,3 millones de personas mantenidos por el gasto público. Las rentas reales para ellos y otros más (jubilados, etcétera) tienen que ser aportadas por 1,5 millones de asalariados activos. A ello se añaden unos ingresos extremadamente bajos. Esta desproporción no se puede mantener, y existe la amenaza de un estallido social.

De forma paralela, la economía sumergida adquiere pro porciones considerables: importación y exportación ilegales practicadas por particulares, por empresas y por el Estado; mercado negro de bienes y de divisas; servicios no registra dos; fraudes fiscales y de otro tipo. Se considera que la economía sumergida representó, en 1986 el 24,6% del PNB oficial (en el que, naturalmente, no está incluida), frente al 41,7% en 1992. Eso significa también que durante todos esos años, el PNB global (el registrado más la economía sumergida) fue mayor, y hay que añadir cada año el PNB de la economía su mergida. La prosperidad de la economía sumergida es lo único que puede explicar que, con la caída de todas las cifras macroeconómicas, la vida en la RFY sea todavía posible sin importantes, disturbios sociales.

El cálculo de las pérdidas globales de la economía de la RFY como resultado de las causas anteriormente mencionadas durante el periodo 19891994 (incluido este último año) sólo es posible de forma aproximada, y tomando muchas precauciones.

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Partiendo de la suposición de que el nivel del PNB de 1989 se hubiera mantenido en los, años siguientes, incluido 1994 -es decir, que hubiera permanecido estancado-, y comparando esta modesta suposición con la evolución real del PNB, es decir, con su disminución durante estos años, se puede deducir que se ha producido una pérdida acumulativa de alrededor de 40.000 millones de dólares.

Por supuesto, las pérdidas del PNB no son el único indicador de las pérdidas globales. Los déficit acumulados (gastos públicos, pérdidas de empresas y bancos) no pueden ser inferiores al PNB actual, ni siquiera después de la redistribución inflacionista, que constituye una ilusión a la vez que empobrece a la población. Se puede afirmar con la máxima certeza que las pérdidas directas no son inferiores a 60.000 millones de dólares. Como hemos dicho, esto no incluye los gastos de guerra. Sin duda, las pérdidas indirectas son muy importantes. ¿Cómo es posible que con pérdidas semejantes haya todavía algo que funcione? La respuesta se encuentra en el funcionamiento de la economía beligerante.

La guerra no es la causa determinante de la puesta en marcha de la economía de guerra. Por eso no hablamos de economía de guerra, que significa la adaptación de una economía normal a una situación específica, la de la guerra. Aquí estoy hablando de algo completamente diferente, de una economía de otra naturaleza.

Se trata de uña economía que se basa en el carácter totalitario del régimen y en el aislamiento internacional del país. La guerra es sólo el tercer factor en esta economía, y es más una consecuencia que una causa. La guerra, independientemente de que sea intensa o no, independientemente de su duración, refuerza el totalitarismo y el aislamiento a través del funcionamiento de lo que yo llamo la economía beligerante. Sus características son la irregularidad duradera de los intercambios económicos, la apropiación visible y oculta de las riquezas nacionales por parte de particulares y grupos, la capitalización del poder político, la congelación de todas las reivindicaciones sociales -el patriotismo de guerra es un buen método para conseguirlo-, la creación de intereses económicos que mantienen la guerra y las irregularidades generalizadas.

La aplicación de sanciones económicas contra la República Federal Yugoslava (Serbia y Montenegro) se suma a la economía de guerra, y no hace sino reforzar al régimen totalitario de Belgrado. Si su papel era el de castigar a Milosevic, su efecto ha sido el opuesto. El aislamiento es indispensable para la supervivencia de un régimen totalitario. ¡Hasta qué punto envidiaría a Milosevic alguien como Ceausescu, a quien nunca se quiso ofrecer el aislamiento de Rumania y que durante años se vio obligado a construir y desarrollar el país!

Las sanciones no sólo han castigado a la población, sino que han permitido al régimen seguir haciendo sufrir a sus ciudadanos sin tener que responder por su empobrecimiento. Esta responsabilidad ha sido generosamente asumida por la comunidad internacional, al dejar el campo libre a los señores de la economía beligerante.

Por eso, la suspensión de las sanciones no basta para que Milosevic interrumpa sus relaciones con Karadzic y para traer consigo la paz. Lo que puede motivar seriamente a Milosevic es su propio poder. Los nacionalistas ya no le apoyan, porque no ha cumplido lo que prometió: Karadzic se ha convertido en un rival serio, y puede pretender convertirse en el líder de todos los serbios. Por esta razón se tienen que reestructurar los apoyos del poder personal de Milosevic: éstos se están buscando en los partidos de izquierda, así como en el apoyo de la cpmunidad internacional.

El modelo de funcionamiento de la economía beligerante ha atravesado dos etapas. En la primera, que llamaremos liberal (duró desde el comienzo de la guerra hasta principios de 1994), sus mecanismos no fueron controlados. Enormes déficit de gasto público fueron cubiertos por la emisión de dinero. El resultado fue la hiperinflación (en diciembre de 1993, la tasa era del 2% por hora) y el caos monetario y económico total. En la segunda etapa, que propongo llamar dirigida, se dejaron de imprimir billetes y se logró una estabilidad monetaria de corta duración. Durante ese periodo se ha introducido un sistema de autorizaciones para las importaciones y exportaciones, ya muy reducidas; se han controlado muy estrictamente los salarios, e indirectamente los precios; se han impuesto enormes cargas fiscales al sector privado; por último, se ha centralizado por completo el poder político. Los serbios serios llamaron a estas medidas "Ias sanciones internas". En la actualidad, el desarrollo de la economía de mercado en Serbia y Montenegro, es claramente inferior al de la ex Yugoslavia socialista dé mediados de los años sesenta.

Los mecanismos económicos fundamentales de la guerra funcionan igual que antes. Sin embargo, la nueva característica es que sus principales beneficiarios son el Estado, las empresas cercanas al Estado y las personas que están en el poder.

La estabilidad monetaria demostró rápidamente ser sólo una ilusión: en unos meses, el dinar perdió alrededor del 800/c de su valor en relación con el marco alemán, que se puede adquirir en el mercado negro. La imagen de normalidad puede quebrarse en cualquier momento. Lo que resulta paradójico, pero no menos cierto, es que ese momento podría llegar con Ia supresión de las sanciones. La economía de la RFY, abierta al mercado internacional, tendría que enfrentarse a la realidad: el emperador está desnudo.

Zarko Papic es economista bosnio.

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