_
_
_
_

Gingrich cumple en 100 días

Los republicanos respetan por ahora en el Congreso su 'Contrato con América'

Antonio Caño

Cien días son en política el tiempo que transcurre entre las promesas y la realidad. Mucho más en un país impaciente y voluble como Estados Unidos. Ese plazo fue suficiente para caracterizar la presidencia de Bill Clinton como errática, inconsistente y débil. Y ese mismo periodo ha tardado Newt Gingrich, el motor del programa republicano, en convertir un Congreso inoperante y desprestigiado en un órgano dinámico del que surgen iniciativas a ritmo vertiginoso. El Contrato con América, el compromiso republicano con los electores para sus primeros cien días de mayoría en el Parlamento, llega a la meta con un balance sustancialmente positivo, aunque su futuro y sus consecuencias son aún una incógnita.El presidente de la Cámara de Representantes ha comparecido ya a lo largo de esta semana en entrevistas con todos los principales medios de comunicación para explicar las dimensiones históricas del cambio que se está produciendo. "Creo que hemos sido capaces de crear un movimiento que literalmente no tiene precedentes en la historia política norteamericana. El único paralelo es Franklin Roosevelt en 1933", afirma en su conversación con el semanario Time.

Más información
El Senado frena las reformas

Nueve de las 10 grandes propuestas legislativas incluidas en el Contrato con América han sido aprobadas desde enero pasado por la Cámara de Representantes, si bien con algunas correcciones. Entre ellas están iniciativas tan importantes como una enmienda constitucional que obliga a equilibrar el presupuesto, una nueva ley del crimen, una profunda reforma del sistema de beneficencia pública (welfare), una reducción de impuestos de 189.000 millones de dólares (unos 24 billones de pesetas) en cinco años y una ley de seguridad nacional que limita el poder del presidente para aportar tropas a las fuerzas de paz de las Naciones Unidas.

El único fracaso sonado en la Cámara de Representantes, aunque de enorme repercusión entre la opinión pública, ha sido la derrota de la ley que pretendía limitar los mandatos de los miembros del Congreso. Se trata, en resumen, de un saldo envidiable para cualquier político y, probablemente, de una obra que influirá durante mucho tiempo en la forma de gobernar en este país.

Un saldo que contrasta con la inactividad del presidente en ese mismo periodo de tiempo. Clinton, que empezó su mandato como un activista compulsivo, ha encontrado ahora un confortable espacio en la oposición, y se ha limitado a ofrecer colaboración en aquello con lo que coincidía y a prometer resistencia (veto) contra aquello que rechazaba.

Durante estos cien días, el Partido Demócrata y Clinton han desarrollado una intensa campaña para convencer a la opinión pública de que la revolución conservadora sólo beneficia a los ricos. Las críticas de la Casa Blanca a los planes de orfanatos para las madres que no puedan mantener a sus hijos y a la propuesta de eliminar las comidas gratuitas de las escuelas públicas han tenido un efecto considerable para presentar a Gingrich como un despiadado conservador y a Clinton como un preocupado presidente.

Pero, al mismo tiempo que cien días han sido suficientes para crear un escenario completamente diferente en Washington, son muy pocos para predecir lo que puede "pasar a partir de ahora. Gingrich tendrá que esperar otros cien días, y quizás otros cien y otros cien... para ver si el Senado aprueba las propuestas que han salido de la Cámara de Representantes. Si no es así, es de temer que el electorado no tenga en cuenta al final lo que se intentó, sino lo que se, logró.

Clinton, por su parte, tendrá que esperar muchos más días aún, hasta noviembre de 1996, para comprobar si desde la inactividad puede ganar la reelección. "La estrategia no se acaba aquí", ha explicado el asesor presidencial George Stephanopoulos. "Después de atacar las ideas del contrario pasaremos a la fase de promover las ideas propias".

"En lugar de explotar los odios de los ciudadanos, deberíamos buscar la unión de nuestro pueblo en una misión común con objeto de que el sueño americano siga vivo para nuestros hijos", ha escrito Clinton en el semanario Newsweek, en un anticipo de lo que puede ser esa segunda fase de su estrategia.

Estados Unidos vive ya de hecho en precampaña electoral. El Contrato con América es, por tanto, un anticipo de lo que un presidente republicano ofrece al país. Frente a eso, Bill Clinton tiene que elaborar su propio contrato para que no se pueda decir que los conservadores han hecho más en cien días que los demócratas en cuatro años.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_