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Las protestas sociales marcan la campaña para la presidencia francesa

Enric González

Vuelos domésticos, ferrocarriles y metro de París ya han ido a la huelga, Correos sigue con ella, la gran petrolera Elf acaba de anunciarla para la semana próxima. Ayer hubo en la capital francesa dos grandes manifestaciones, de jubilados y de trabajadores de Renault. La campaña para la presidencia está marcada por los conflictos, sociales, lo que rompe la tradicional tregua de elecciones, siempre respetada hasta ahora.

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Los tres grandes candidatos se ven acorralados por el intenso malestar social. Tanto los dos campeones de la derecha, los gaullistas Jacques Chirac y Édouard Balladur, como el de la izquierda, el socialista Lionel Jospin, han debido adaptar sus promesas de futuro a la realidad del presente. El malestar tiene su epicentro en el sector público, pero se extiende rápidamente por las empresas privadas. Y lo primero que se exige en todas partes es mejores sueldos. La oportunidad es perfecta para un candidato en pleno lanzamiento de promesas.Incluso Balladur, que además de candidato es primer ministro y, por tanto, máximo responsable del sector público, afirma que "es el momento de hablar de aumentos salariales, ya que la economía está en plena recuperación". Una frase que ha crispado a los responsables de los servicios estatales y las empresas públicas, a quienes el propio Balladur había ordenado (desde su despacho de Matignon, y no desde el estrado del mitin) que fueran intransigentes a la hora de negociar con los sindicatos.

El gran rival de Balladur, su antiguo jefe y amigo Jacques Chirac, ha repetido varias veces que "los asalariados no deben ser los grandes olvidados del crecimiento económico". Y habla de "acelerar la creación de empleo por la vía de un crecimiento de la demanda".

El socialista Lionel Jospin, partidario de la reducción de jornada, propone una "gran conferencia" en la que empresarios y sindicatos "se pongan de acuerdo sobre la cuestión salarial". "Hay que reequilibrar beneficios y salarios", dice Jospin. La cuestión es la del equilibrio entre beneficios y salarios. La economía francesa (con excepción de banca, seguros y el inmobiliario) ha vuelto a los beneficios, espectacularmente en algunos casos.

El factor del miedo

Hay otros factores de malestar. Como señala el consultor Bernard Brunhes, "el miedo al desmantelamiento al sistema de Seguridad Social y, en general, la sensación de fractura social, contribuyen a la protesta".

Muy fuerte ha de ser la tensión para que el propio presidente de la Confederación Nacional de Patronos Franceses, Jean Gandois, crea que deben abrirse válvulas. Rechazar los aumentos salariales en un momento en que las empresas vuelven a ganar dinero sería "una provocación".

Lo que nadie consigue cuadrar es la ecuación formada por salarios, competitividad, desempleo y reducción del déficit público para alcanzar la Unión Monetaria.

Balladur, Chirac y Jospin prometen mejores salarios, más competitividad, más empleo y moneda única. "Todo eso es imposible. Si aumentamos los sueldos por encima de un nivel sensato, nuestros coches serán menos competitivos que, por ejemplo, los que fabricamos en Valladolid; luego tenderemos a producirlos en España para poder competir y habrá menos empleo en Francia", señala un portavoz de Renault. "Si no se crea empleo, el Estado deberá pagar más subsidios y cobrará menos impuestos; luego aumentará el déficit. "Ésa", dice, "es la realidad".

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