Imitación a la vida en Sarajevo
Apenas asoma el sol, los habitantes de la capital bosnia intentan olvidarse de la guerra
Con el primer día de sol radiante tras el comienzo de la primavera, a los jóvenes de Sarajevo -tres años de asedio- parecía importarles ayer nada que otras dos personas cayeran heridas la víspera por los francotiradores; que no estuviera claro si su ejército, en la batalla de Tuzla, ha arrebatado finalmente a los serbios la estratégica torre de comunicaciones de Stolice; o que un embajador bosnio dialogue en Belgrado por primera vez desde el comienzo de la guerra con el presidente serbio, Slobodan Milosevic, del que están acostumbrados a oír hablar como de la imagen del mal en la tierra.Ni siquiera las esporádicas ráfagas de armas automáticas en los suburbios de, la ciudad les disuadían del rito de imitación a la vida al que se entrega la capital bosnia en cuanto asoma el sol y suben las temperaturas. Calles céntricas repletas, cafés repletos, gente que va y viene como si el director de una película de masas hubiera dado repentinamente la voz de "¡acción!".
A esta explosión de vida, sin embargo, no es ajena la sustancial mejora en sus condiciones materiales de vida que vienen experimentando desde mediados del pasado enero los 300.000 habitantes de esta ciudad sitiada. "Esto tiene poco que ver con hace medio año", asegura Alisa detrás de la barra de una moderna cafetería mientras se rellena con garrafón una botella de una conocida marca de coñac.
Trabajo no hay. Algunos pocos afortunados sirven a la ONU o a organismos internacionales humanitarios y cobran en divisas fuertes, marcos o dólares. La gran mayoría deambula, se inventa compulsivamente algo que hacer o mantiene un simulacro de empleo por el que ingresa a finales de mes el equivalente a 300 o 400 pesetas. Pero, a diferencia de hace unos meses, casi toda la ciudad dispone ahora de energía eléctrica a diario, de agua tres o cuatro horas cada mañana, y de gas en días alternativos en sus cuatro grandes distritos.
Tres meses atrás, Alisa podía encender la luz cuatro horas cada 10 días, el agua no salía de sus grifos durante semanas y el gas podía ser un perfecto desconocido durante meses. Los vecinos de Sarajevo han quemado sus muebles, sus libros y los árboles más próximos de las montañas vecinas, en plena línea del frente, para calentarse. El oficio de recoger leña arriesgando la vida daba este invierno para subsistir. Los teléfonos, inservibles por falta de energía en las centrales o de gasóleo para poner en marcha grupos electrógenos, vuelven a sonar. Hasta un nuevo canal privado de televisión, el 99, alivia desde el mes pasado el enclaustramiento ciudadano con sus programas por satélite.
La cadena de milagros que alivia la vida de una ciudad dependiente de la voluntad de sus enemigos ha sido posible porque los ingenieros bosnios han tendido un cable desde territorios gubernamentales en Bosnia central hasta una nueva subestación en Pazaric, en las faldas del Igman. Y desde allí hasta Hrasnica, un suburbio musulmán, y hasta el corazón de la capital a través del angosto túnel de,800 metros por el que pasa, bajo las pistas del aeropuerto, una parte de la mercancía que mantiene Viva Sarajevo. El resultado es que por primera vez en casi tres años la capital bosnia está conectada a una central eléctrica que no está en manos de sus sitiadores serbios.
La electricidad mueve las bombas necesarias para traer la poca agua que no controla el enemigo. El armisticio firmado en diciembre, que agoniza en el campo de batalla pero se mantienen algunos aspectos civiles, permite que la presión del gas sea suficiente para calentar las casas en noches de primavera a bajo cero. El pasado enero, una tubería tendida también a lo largo del viejo túnel permitió por vez primera en meses la llegada de algún gasóleo a la ciudad. El litro está ahora a tres marcos en el mercado negro.
Y como si Sarajevo se estuviese preparando a conciencia para ser una ciudad eternamente dividida, más efectivamente que Berlín por su desaparecido muro, y a pesar de la archideclarada oposición gubernamental a permitirlo, un segundo túnel, apto esta vez para el paso de coches y camiones, está completándose junto al que entre Dobrinja y Butmir permite ahora apenas el paso de una persona.
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