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GENTE

MASONES DEL NUEVO MILENIO

Si un día al abrir el buzón de su casa, entre la marasma publicitaria de peluqueras, fontaneros o imposibles rebajas en el tomate frito, se encuentra una solicitud para afiliarse a la logia masónica de la esquina, no se asuste, los tiempos cambian y esta posibilidad puede estar más cercana de lo que parece. Masones de 26 países se han reunido esta semana en la Ciudad de México en el I Encuentro Mundial de Grandes Maestros (una especie de generalato en el escalafón de las logias). Esta primera reunión del estado mayor masón busca encontrar la estrategia que les permita entrar con el mejor pie posible en el siglo que viene. Cuando uno ve bajar de un abarrotado autobús a un parlanchín grupo de personas, con las solapas llenas de pins y con el dedo engatillado en la instamatic, no se puede imaginar que está ante las cabezas de los hermanos masones de todo el mundo. La imagen estereotipada del masón de cejas tormentosas y la mirada perdida, cavilando, en un intento de arrancar algún misterio insondable a la naturaleza o la divinidad se cae a pedazos a golpe de flash y pose torera frente a los monumentos. El gran maestro de la logia del Valle de México, Salvador Ordaz, un apuesto cuarentón con un aplomo y una sonrisa telegénica que ya quisiera José María Aznar para sí, sostiene que los tiempos han cambiado y que dentro de poco veremos a los masones inmersos en el proselitismo y reclutando gente para sus filas "Hay mucha gente válida que no podemos. dejar escapar", sostiene el gran maestro. Sin embargo, la respuesta es menos directa cuando se les pregunta si darán, oficialmente, el salto a la política. "En España, Franco nos odiaba porque los que consiguieron la independencia de América eran masones. Washington, O' Higgins, Morelos y Bolívar eran de los nuestros y eso Franco no nos lo pudo perdonar", afirma Napoleón, un locuaz miembro de la logia salvadoreña. La necesidad de darse a conocer como son, desprovistos del misterio que despiertan en varios países, se ha convertido en una obsesión. Todos quieren hablar, entregar folletos que explican lo que es la masonería en unos cuantos cientos de pala bras. Con la misma algara bía, con la que llegaron, los he rederos de los constructores de las catedrales en la Edad Media se vuelven al autobús. Su próximo destino no será una gruta secreta donde proseguir la búsqueda de la piedra filosofal, sino Acapulco, lugar elegido para la clausura del encuentro; "para algo estamos en el trópico", sentencia un hermano europeo-

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