El oficio del Barça escala al Zaragoza
Los azulgrana rentabilizan los errores maños, el penalti y la expulsión de Cedrún
El Barcelona sacó petróleo de un partido que encaró con el miedo en el cuerpo. Su capacidad de hipnosis le dio el máximo beneficio ante un Zaragoza incauto que echó a perder todo por su indolencia defensiva.Es imposible buscar mayor rentabilidad en los días que corren a las cuatro primeras jugadas del Barcelona. Se condensaron en 46 minutos y lo decantaron todo. Su primera ocasión se tradujo en penalti y expulsión de Cedrún; la segunda (m. 32) y la tercera (m. 45), en sendos remates a los palos de Jordi y Amor, y la cuarta, cuando aún no había transcurrido el primer minuto de la reanudación, en el 2-0. Sin espina dorsal, con sólo dos extranjeros y ante un rival que esgrimió detalles de buen fútbol y ambición, no se podía exigir mayor efectividad.
En la fase de tanteo se dibujó un boceto que hizo castañetear los dientes en la grada del Camp Nou. José Mari ofició de distribuidor de juego. En sus dos primeras acciones ofensivas dejó patente que su bota no tiene el guante de la de Guardiola. A Iván se le vio más como bombero que como carrilero. Jordi deambuló sin sentido y jugó con el fuego prendido por unos seguidores hipersensibilizados con él. Begiristain no recibió balón y Stoichkov no encontró espacios. El Zaragoza, sin provocar ocasiones, daba mayor impresión de empaque. Un espejismo. Trece minutos y el Barcelona sacó a relucir su magia. Diríase que sólo necesitó de ese lapso de tiempo para mover el péndulo e hipnotizar al Zaragoza. Lo dijo en su día Djorkaef, un jugador del Mónaco: "Te da la impresión de que el Barça no hace nada y cuando te das cuenta ya pierdes por 2-0".
El trajín azulgrana amodorré al equipo aragonés. Iván reventó el partido en una jugada banal, con un balón bombeado casi desde su terreno al área rival. La defensa del Zaragoza quedó en evidencia. Begiristain, solo ante Cedrún, provocó el penalti y la expulsión del portero. El Zaragoza afrontaba los 77 minutos que quedaban con un jugador menos y las secuelas del esfuerzo que derrochó el pasado jueves en Rotterdam en su partido de Recopa ante el Feyenoord. El escarnio para el equipa aragonés fue que el segundo tanto se produjo como el primero, en otro balón colgado sobre su despistada defensa; el del Barcelona, que pese a jugar con un hombre más, entregó el control del balón y del campo y tuvo que jugar al contraataque.
Fue un partido blando pese a los piques constantes entre Cafú y Eskurza en un duelo en que siempre llevó las de ganar el vasco. El guión era el idóneo para Begiristain, uno de los jugadores españoles que mayor provecho sacan de los espacios entre líneas y de la blandenguena defensiva.
El Zaragoza nunca renunció a atacar pero en ningún momento supo exprimir su valentía. De hecho apenas remató a puerta. Su línea de centro del campo -especialmente apagados Aragón y Nayim- quedó despersonalizada- por el entramado azulgrana, Pardeza e Higuera sufrieron los rigores de los marcajes de Ferrer y Sergi, y Poyet fue el único que dejó entrever cierto sentido letal; pero, para colmo, falló un gol cantado en el minuto 34, aunque reclamó un posible penalti. El Zaragoza entró sacando pecho pero se fue escaldado del Camp Nou ante un Barça que se aferra al pragmatismo en su desesperada carrera.
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