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Amedo, a guantazos por Madrid

Un guardaespaldas del ex policía rompe la cámara a un fotógrafo de EL PAÍS

Uno de los policías lo había advertido: "¡El jefe está muy enfadado con vosotros. Tened cuidado. Podéis sufrir un accidente!". No hablaba en broma. Sólo unos minutos después, cuando José Amedo hubo apurado la primera copa del miércoles -una ginebra Bombay con tónica en la cafetería Castellana 8 de Madrid-, se ejecutó la amenaza. Otro de los guardaespaldas -el que aparece a la izquierda de la fotografía- partió en dos de un certero manotazo la cámara del fotógrafo de EL PAÍS. Éste presentó ayer una denuncia por esta agresión en el juzgado de guardia de la plaza de Castilla. Amedo; su abogado, Jorge Manrique, y tres de los guardaespaldas abandonaron rápidamente el paseo de la Castellana a bordo de un Ford Sierra azul metalizado. Los otros dos policías retuvieron al redactor y al fotógrafo de EL PAÍS. Les tomaron la filiación. Y les dedicaron otra amenaza: "Como sigáis con el reportaje, vais directos a comisaría".No feu el único momento de tensión. José Amedo, condenado en 1991 a 108 años de cárcel como inductor de seis asesinatos frustrados, disfruta cuatro años después de una desahogada vida en Madrid que incluye: chalet alquilado por 200.000 pesetas al mes en Pozuelo de Alarcón, cinco guardaespaldas durante las 24 horas del día y un vehículo policial de gran cilindrada que le traslada adonde desee ir -se trate de la Audiencia Nacional o de la discoteca Pachá- a la hora que quiera. Amedo tiene además otra obsesión: que sólo le sigan o le hablen los periodistas que él decida. El resto, a comisaría. El miércoles a las diez de la mañana, cinco policías de paisano abordaron a los dos redactores, de EL PAÍS que esperaban en el interior de un vehículo la salida de Amedo de su domicilio. Les obligaron a salir del coche, tomaron sus datos y, una vez conminados a abandonar el lugar, les advirtieron- "El señor Garzón no quiere que se le hagan fotos al señor Amedo. Tenemos autorización para intervenir el material gráfico. Es nuestro trabajo y estamos dispuestos a hacerlo".

José Amedo, que desde diciembre del pasado año ni siquiera tiene que ir a la cárcel a dormir, gusta de hacer vida social en Madrid. El salón de té Embassy o el Wellington -un hotel de cinco estrellas- y los mejores restaurantes -a Viridiana acudió la pasada semana a bordo de un flamante Mercedes azul- son sus habituales lugares de reunión durante el día. Su afición a la noche -como este periódico pudo comprobar el miércoles- es celosamente protegida por sus cinco guardaespaldas.

El incidente con los periodistas de EL PAÍS no es el único. El 5 de febrero pasado, José Amedo -acompañado de sus guardaespaldas y dos mujeres- entró en el club privado Los Arroyos, situado entre las localidades de Galapagar y El Escorial, con la intención de almorzar. Al ser rechazada su presencia en el restaurante, el ex policía organizó un pequeño alboroto. Una vez ante el presidente del club, le advirtió: "Yo no olvido".

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